El Danzón es considerado el baile nacional de los cubanos, aunque otros ritmos tan auténticos como él pueden disputarle la supremacía.
Nació en el Liceo de Matanzas en 1879. “Las Alturas de Simpson” de la autoría de Miguel Faílde, haciendo honor a la barriada donde fue concebido, es su obra primogénita. La orquesta que lo interpretó era una orquesta típica de viento, que contaba con cornetín, trombón de pistones, figle, dos clarinetes, dos violines, contrabajo, timbales y güiro.
Sus raíces derivan de la contradanza europea que, tras un proceso de criollización paulatina, devino en la danza cubana. Esta poseía una mayor libertad expresiva, con gran fuerza coreográfica en el enlace de la pareja y evidente influencia afroide en su ritmo. Al aumentar sus partes formativas y extender su tiempo bailable, se le comenzó a llamar Danzón.
Varias son las distinciones de este distinguido baile de los salones criollos, pero su parte introductoria, no bailable, donde la mujer se abanica mientras conversa íntimamente con su pareja, es la imagen más trascendente del Danzón.
En la primera y segunda década del siglo XX el danzón comenzó a perfilar su forma definitiva e incorporar elementos de otros géneros cubanos, principalmente del son.
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