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La Habana en la que vivió José Martí

En el 155 Aniversario del natalicio de José Martí


Este artículo es de hace 16 años

LA Habana entre 1853 y 1871 es la ciudad del mundo en la que transcurre durante más años la trashumante vida de José Martí, cuando aún es niño y adolescente.

De manera enigmática, en ese año en que nace Martí fallecen el Padre Varela (aquel patriota entero) y Domingo del Monte (el cubano más real y útil de su tiempo). Gertrudis Gómez de Avellaneda es coronada en el Teatro Tacón en 1860 y en 1864 parte por última vez (¡Adiós, patria feliz, edén querido!), dos años antes del fallecimiento de Don José de la Luz y Caballero, en cuyo civismo y positivismo le adentrará, ya adolescente, su mentor, el poeta Rafael de Mendive.

En ese período, La Habana es una urbe en franca expansión y modernización, sus calles se adoquinan, las farolas de gas constituyen la mayor parte del alumbrado público en 1862, en el año de su nacimiento se instala la primera línea telegráfica y en 1867 se tiende el cable submarino que permite la comunicación internacional. El servicio postal dispone de buzones en los barrios, se inicia el uso del sello de correo, la correspondencia se reparte cinco veces diarias y la de España una vez al mes.

Temprano en la mañana, los repartidores de periódicos y revistas introducen por las hendiduras de puertas y ventanas de las casas algunos de los 34 que se editan en la época. El más importante, El Siglo, fundado en 1861 y dirigido por el Conde de Pozos Dulces, no le agrada a Martí por su orientación reformista, a pesar de habérsele felicitado en sus páginas por sus resultados académicos en el Instituto de Segunda Enseñanza.

La ciudad posee desde 1839 varias rutas de ómnibus o guaguas (como ya se les conoce) de tracción animal que hacen viajes a Regla, Guanabacoa, Cerro, Jesús del Monte y Príncipe, y en 1855 se establece una a Marianao. Desde 1859 opera en el puerto un dique flotante de factura neoyorquina. El ferrocarril continúa extendiéndose, se establecen líneas urbanas y, adicional a la estación de Villanueva (situada en el área actual del Capitolio Nacional), en 1863 comienza a construirse la del Ferrocarril de Marianao en la actual calle de Carlos III. Además, la transitan innumerables volantas de modestos propietarios o para su alquiler y quitrines con sus lujosos adornos y la estrafalaria elegancia de su calesero negro, extraído de una opereta bufa, que blasonan del poderío económico de sus propietarios.

Sin embargo, la ciudad padece falta de higiene, epidemias de dengue, de fiebre amarilla y de cólera, así como de un abasto de agua que, además de resultar insuficiente, llega contaminada desde el río de la Chorrera o Almendares. Los habaneros se surten de pozos y aljibes, de fuentes existentes en plazas y de pilas adosadas a varios edificios públicos.

El cólera ronda a Martí antes y después de su nacimiento, pues en 1850 se presenta la segunda de sus epidemias, con tal descalabro que la superficie del cementerio de Espada resulta insuficiente. Ya adolescente, resurge en 1867 la tercera y última de las epidemias de cólera. Entonces existen cuatros hospitales, dos de los cuales desaparecen en la etapa. Al comienzo de la calle de Paula, donde él nace, el de San Francisco de Paula, demolido en 1870 y del que se conserva la iglesia de Paula, y al final, cruzando la muralla, detrás del Arsenal (hoy Terminal de Ferrocarriles), el Hospital Militar de San Ambrosio (antiguo Cuartel de San Ambrosio). Los otros dos son el de San Juan de Dios (en el actual parque de igual nombre), demolido en 1870 y el de San Lázaro, situado en los alrededores del actual Parque Maceo, que tras casi dos siglos, al fin se termina en 1861.

Pero es también una fructífera época de actividades culturales y científicas, de fundaciones de instituciones y del inicio de los estudios e investigaciones sobre geología, meteorología, ornitología, piscicultura y agricultura cubanas. En 1853 el foco cultural de entonces es el Liceo Artístico y Literario de La Habana, sito en la calle Mercaderes Nº 97 y propiedad del negrero Francisco Marty, dirigido por su fundador, el catalán Ramón Pintó, quien dos años después es ajusticiado en el garrote vil. En 1856 se funda el Observatorio Nacional, tres años más tarde el del Colegio de Belén, y en 1861, la trascendente Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.

Diariamente se brindan retretas en la Plaza de Armas y, en ese año de 1853, en el majestuoso teatro Tacón (donde hoy se encuentra el García Lorca) se presenta El Trovador, de Verdi, y tres años más tarde La Traviata y, finalmente, en 1862, La Habana se da el lujo de escuchar, al comienzo de su carrera, a Adelina Patti, considerada la mejor soprano assoluta del siglo XIX. Años más tarde, Martí, ya adolescente, disfruta las puestas en escena del Tacón y también del desaparecido Albisu (en el sitio ocupado hoy por la nueva sala del Museo de Bellas Artes), pues le permiten ingresar por la puerta trasera para entregar a los actores los encargos del peluquero para quien realiza trabajos esporádicos.

Otro teatro, el Villanueva, sito donde hoy se encuentra la fábrica de tabacos al costado del antiguo Palacio Presidencial, en este especial año de 1853 se reedifica y se le varía su anterior nombre de Circo Habanero. Precisamente en su recinto, en enero de 1869, durante la representación de El perro huevero, se inician las reyertas entre criollos ("bijiritas") y peninsulares ("gorriones") que provocan sangrientos disturbios y desafueros de los Voluntarios por toda la ciudad.

La Habana en la que nace Martí todavía está amurallada y las nueve puertas que permiten el acceso entre la ciudad de intramuros (Habana Vieja) y la de extramuros (Habana Nueva) se abren a las 4:30 a.m. y se cierran a las 20:00 horas, lo que se anuncia mediante un cañonazo. Diez años más tarde comienza a derrumbarse la muralla ante la expansión urbanística de la ciudad de extramuros.

En ese entonces los habaneros ingieren a las 6:00 a.m. una taza de café o de chocolate, a las 10:00 a.m. un copioso desayuno equivalente a un almuerzo y la más abundante comida de todas es la última, a las 3:00 de la tarde, aunque con el tiempo se le va difiriendo para las 5:00 p.m., la cual algunos preceden de una siesta; a la hora del mediodía se bañan en unas tinas de latón generalmente pintadas de verde y situadas en sus recámaras; y, por último, el mobiliario de sus casas es modesto y hasta rústico, la sala se atiborra de cómodas "mecedoras" de caoba y paja o junquillos, varias sillas y duermen en catres, en vez de camas.

Esa calle de Paula, al final de la cual se encuentra la casa donde nace (según su madre la señalara en 1898), ya está nivelada y empedrada, emerge en el más antiguo paseo de la ciudad, la Alameda de Paula, ostenta algunas casas de dos pisos y varias tiendas y pertenece al barrio de Paula, el penúltimo de Oeste a Este entre los 16 existentes en la ciudad de intramuros. Su casa casi topa con una de las puertas de la Muralla, la del Arsenal, que da paso al Real Arsenal de La Habana (donde hoy se halla la estación Terminal de Ferrocarriles), que antaño construyera los mejores navíos de la armada española. Aún se conserva un pequeño segmento de la muralla entre la casa de su nacimiento y la Terminal de Ferrocarriles.

No es éste su único domicilio, que en 1856 se traslada para la calle Merced Nº 40. Desde entonces siempre reside en la ciudad de extramuros, mudándose en ese mismo año para Angeles Nº 56 y en 1859, tras dos años de estancia en España, a Refugio Nº 32. Desde los nueve años asiste al colegio privado de San Anacleto en San Nicolás y Reina, en 1865 entra en la Escuela Superior Municipal de Varones, y en 1867 en el Colegio de San Pablo, ambos dirigidos por Rafael de Mendive, en cuyo domicilio de Prado Nº 88 radican y donde el adolescente en ocasiones vive, aprehende la ciencia de su mentor y devora los libros de su biblioteca.

Desde 1866, en que su padre es cesanteado, hasta enero de 1869, en que lo designan celador (policía) en Guanabacoa, además de la casa de Mendive ya aludida, vive en Peñalver Nº 53, en San José y Gervasio, en Guanabacoa, y en San Rafael Nº 55, donde el 21 de octubre de 1869 es apresado como resultado de la carta ocupada dos semanas atrás en la casa de su hermano del alma y condiscípulo desde los nueve años, Fermín Valdés Domínguez, sita en Industria Nº 122, en cuya misiva ambos denostan a otro condiscípulo por haber ingresado en el ejército español (¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad a los apóstatas?).

En la ciudad de intramuros, entre los hitos que marcan sus andares se encuentran la Iglesia en que lo bautizan (como antes al Padre Varela), la de La Loma del Angel, por donde Cecilia Valdés se contonea; la escuela pública a la que asiste por primera vez en 1860 en el barrio de Santa Clara, en el cual su padre se desempeña como celador; el Instituto de Segunda Enseñanza, que le costea Mendive desde su ingreso en 1866, tres años después de que se fundara en el edificio de la antigua Universidad del Convento de Santo Domingo, por el lado que da a la calle Obispo y San Ignacio.

En 1869, un año en que despliega una inaudita actividad, visita con frecuencia la imprenta El Iris, en Cuba y Obrapía, para editar, con la ayuda financiera de su patrón Madan y de Mendive, sus primeros periódicos, El Diablo Cojuelo, dirigido por Fermín, y La Patria Libre, por él. Su primera y única edición ve la luz el 22 de enero de 1869, en medio de los sangrientos disturbios en las calles habaneras.

Posterior a la detención de Mendive en esos días, trabaja por poco tiempo de dependiente y escribiente en el almacén en la calle de la Merced, propiedad del amigo de aquél, Cristóbal Madan, un acaudalado prestamista y almacenista, antiguo anexionista y, más tarde, reformista, unido por lazos familiares al clan Alfonso-Aldama. Resulta incomprensible cómo se las arregla para cumplimentar sus múltiples actividades: en el almacén debe laborar entre las 6 a.m. y las 8 p.m., según refiere en carta a Mendive, hace encargos esporádicos para un peluquero, visita diariamente a Mendive en la prisión, no deja de estudiar y es asiduo a la casa de Fermín, donde, además, aprende francés con el profesor Fortier.

Su última estación habanera es en la llamada Cárcel Nueva o de Tacón en la que permanece un año (…de mucho me sirve mi prisión), salvo un breve período en La Cabaña. Su edificio, demolido en 1939, se encontraba en la explanada de La Punta, en los alrededores del actual monumento a los estudiantes de Medicina fusilados en 1871.
El 15 de enero de 1971 el preso Nº 113 parte deportado para España sin imaginarse que en su futuro bregar apenas volvería a pisar el suelo de un país al que entregara su vida.

Fuente: Por Guillermo Jiménez Soler, Granma Internacional

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