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Razones por las que siempre queremos viajar a Cuba

Regresar a Cuba, para los cubanos que viven fuera, no es ir de vacaciones al trópico, es volver a casa, volver a un tiempo, a la imagen que se queda congelada al marchar, es regresar a uno y saldar cuentas pendientes con el pasado truncado y el presente.


Este artículo es de hace 8 años

Regresar a Cuba, para los cubanos que viven fuera, no es ir de vacaciones al trópico, es volver a casa, volver a un tiempo, a la imagen que se queda congelada al marchar, es regresar a uno y saldar cuentas pendientes con el pasado truncado y el presente.

Estas son algunas de las razones que hacen que siempre queramos volver a la Isla:

Despertarte, abrir los ojos y verte en casa: disfrutar de esa dicha mañanera de hacerlo antes que los tuyos (si vives en un hemisferio diferente inevitablemente madrugarás antes los primeros días) y sentirlos cerca, saber que no te separan millas y millas, realidades y problemas diferentes, disfrutar interrumpirles el descanso y poder conversar cara a cara.

Disfrutar la comida de mamá: sus tamales, sus potajes, sus batidos (de mamey, de mango), sus asados, sus dulces, sus mejunjes inventados que sigues degustando como si fueran manjares de los dioses, despertarte con el aroma de la colada de su café...

Ver la telenovela de turno: aunque no entiendas nada, aunque casi participes como un espectador ajeno, volver a disfrutar de ese espacio de complicidad familiar silenciosa, de las exaltaciones pasionales por algún giro inesperado en la vida del protagónico de moda, es un regalo con el que regresas en las maletas.

Volver a comer algunas de las cosas que solías usar como tentempiés callejeros: los turrones de maní -a veces de azúcar con maní, más que al revés-, los cucuruchos de maní cada vez más vacíos, los pastelitos de guayaba de las paladares, los jugos de frutas naturales (guayaba, mango, piña, tamarindo), los helados de frozen y de cajita, la malta...

Reconocerte en los olores: el olor a mar, el olor a lluvia (la que cae sobre el asfalto caliente o sobre la tierra del campo), el olor a frito con manteca de puerco, los malos olores de la humedad, lo antiguo, lo descuidado...

Tomar un trago de ese intomable ron de bodega: poner las caras de oficio y guardarte el comentario -o no- de que 'sabe a rayo'.

Caminar por el barrio de la infancia: recorrer las calles por donde jugamos de niños, sentir el apretón en el pecho por el amigo que ya no está, los abuelos que ya no te esperan, ver la escuela con su busto de siempre, su bandera decolorada por los años y el sol, sus paredes siempre de blanca cal, el bullicio de los niños jugando en el recreo, ver a los vecinos de siempre, jugar dominó con ellos ...

Dejarte querer, sentirte querido: por la familia, para quienes por esos días eres un semidios centro de todo, por los pocos amigos que queden, sentir que importas, recordar lo que son los amigos de toda la vida y lo que significa el calor familiar.

Viajar a los sitios a donde no podía cuando vivía en la Isla: porque o bien te estaban vedados (los hoteles lo fueron durante muchos años de la etapa postrevolucionaria) o porque no podías permitírtelo (solo unos pocos vacacionaban en Varadero) y sobre todo, aprovechar esos días para darles a los tuyos las vacaciones y los gustos que no pueden costearse. Nada reconforta más que poder ir con tu familia a la playa, a los sitios de ocio, llevarlos a comer fuera. Nada aligera más la carga al regreso que haberles (y haberte) podido regalar esos trozos de alegría compartida.

Escuchar música a todas horas: si algunos quizás, cuando vivían en la Isla, estaban hartos de las bandas sonoras compartidas, del reggeatón del vecino del frente, del Antonio Solís del conductor del camello, de la música distorsionada del reproductor del taxista o la dependienta de la tienda o el Ditú; al volver a la Isla, ese mosaico ininteligible que a veces te obliga a gritar para poder comunicarte se disfruta porque te recuerda que estás en casa.

Ser tú: el de siempre, el niño o niña del barrio donde naciste, el hijo de o sobrino de, el que todos conocen, el del apodo con el que te identificas, el que no tiene que construirse ni explicarse, llegar a tu espacio, bajar la guardia, quitarse los escudos, las máscaras y ser.

¿Y las tuyas, cuáles son las razones por las que quieres viajar a Cuba?

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.