El humor revolucionario se burla, por orientación, del imperialismo.
Se ríe del capitalismo porque está en su fase agonizante.
O sea, se mofa de un “moribundo” que, cada día, parece estar más sano.
El humor revolucionario baila casino con Haila, aunque prefiera remover sus llantas, a escondidas con Willy Chirino.
Une sus juveniles manos en un aguerrido carnavalito y celebra sonriendo, a la manera de Randy Alonso. ¡Qué es gracioso con cojó…!
El humor revolucionario debe ser crítica constructiva, de microbrigada. Con un país más que destruido.
Pongo ejemplos de sus hitos en ocurrencias:
El pueblo pasando necesidades por continuas carencias de productos alimenticios y la rolliza primera jama, quiero decir, primera dama, patrocina eventos culinarios.
Díganme que no es un chiste.
Tiene que ser una broma - bastante chea, por cierto - que el espíritu aguerrido de Fernando Rojas (alias, Cheo Malanga, según las redes) uno de nuestros viceministros ¡DE CULTURA! incite a caerse a trompadas en un parque, como hacen los niños a la salida de la escuela.
Tampoco puede ser serio, a esta altura de la emigración cubana, que el ministro del exterior critique la separación de familias, que ellos mismo alientan y han generado durante más de medio siglo.
Ha de ser chanza pura - aunque pasada de su fecha de vencimiento - el que Mariela Castro, explique el ascenso al poder de Hitler, hablando - imagino, digo - desde su propia experiencia familiar.
Seguro es guasa el que todos los dirigentes - de cuellos gordos con barrigas pronunciadas * - le pidan sacrificio al pueblo y lo culpen de “lo mal hecho” cuando, ninguno de ellos, ha hecho un carajo, ni se inmolan por nada.
* Gráfica que acompaña a estas letras.
Son vulgares payasadas - salvando el respeto por los profesionales de género - las especulaciones de Abel Prieto, sobre las posibilidades para Martí de haber tenido internet. *
* Qué se hubiese tenido que enfrentar con una proliferación mayor de estupideces, intrascendencias, falsas noticias, virus y la mayor feria de vanidades en las redes “sociales” donde, además, casi, ya nadie lee.
El humor revolucionario está en los twits de Díaz Canel boconeando sus boberías patrioteras dictadas.
Es la baba complaciente de Miguel Barnet, el cimarrón blanco que alaba la esclavitud.
Es la ceguera en la pupila de Iroel, el bizco.
La propuesta de comer avestruces por Guillermo García. *
* ¿Para palear el hambre comiendo catibía?
Es la agresividad militante de la psicóloga Suselita Morfa, revisora rabiosa del modelo económico patrio. *
* Más o menos, el equivalente a la cajera del núcleo del partido en una Oficoda.
Es la banalidad más extrema, recubierta por pseudo intelectualidad, en Amaury Pérez, cuando no canta.
Es la aparición del Apóstol, ante el lecho moribundo de Yusuam Palacios para ordenarle - cual si fuese San Lázaro criollo - con un “levántate y anda, propaga mi luz”. *
* Aún, bajo los más perros apagones.
El humor revolucionario es de “compañero, quedó bueno el motivito, la tarea se sobre cumplió”.
Es de tribuna, desfile, molote, perga, lager, cumbancha, reggaetón, repello, empella, panza, música alta, “a tó meter”, caldosa y pachanga.
Es de ampanga, de apaga la vela y vamos.
Es dale al que no te dio.
Es chabacano, pretendiendo pasar por fino, o elegante.
Carente de gracia, entre tantas carencias.
Es sangrón, cheo, patón y desahuacatado.
Es humor negro, macabro, oscuro.
El humor revolucionario es solidario.
Con las causas de otros pueblos. Jamás con la nuestra.
Con nosotros es soso, sectario, lapidario y mortuorio.
Como es tenaz de machista - empotrado en su closet - se befa, invariablemente, del presidente norteamericano de turno.
Llamándolo maricón, pargo, cherna, “ae, la chambelona, ese no tiene madre porque lo parió una mona”, o cualquier otro insulto tonto.
Para lo que sea, los americanos tienen la culpa.
Por el bloqueo. El mismo que ahoga a la población, mientras mantiene a flote sus barrigas, puestos y yates.
El humor revolucionario es unánime, no usa el doble sentido.
Es más bien humor en el sentido.
Sin sentido.
Vota a coro y en grupo se ríe. Es juntamenta.
No es risita individual, sino actividad recreativa.
Es convertir el revés en victoria. Sobre todo, en los informes.
Es humo de socialismo. *
* Que huele feo. ¡Qué peste a peo!
Pura contradicción. Porque no es humor, ni la cabeza de un guanajo.
Y ya sabemos que el término “revolucionario” ha devenido en su negación.
¡Así que entérense de una vez, ejercito de oportunistas!
No causan sonrisa alguna.
Empero, aburrimiento, malestar, suplicio, dolor.
Y un chorro de indignación.
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