Muchas veces tenemos dudas sobre si debemos oír la mente o el corazón a la hora de tomar una decisión. Rara vez estos dos "órganos" se ponen de acuerdo.
El corazón es todo bondad, compasión y amor. La mente se enfrasca en buscar razones, trata de encontrar explicaciones a todo y muchas veces, al final, termina tomando soluciones que no siempre son las más acertadas.
Resulta difícil encontrar un balance en el cual podamos estar en paz con nosotros mismos antes de tomar una determinación y en ese balance siempre debe predominar el corazón.
Hay circunstancias en la vida donde no tenemos tiempo de entrar en muchas razones y es ahí donde el corazón puede ejercer su mejor función.
Siempre existirá la disyuntiva de qué es lo mejor: ¿seguir los instintos más puros y sinceros o pensar detenidamente? En ambos casos esto siempre conlleva el riesgo y nos crea la incertidumbre de las posibles consecuencias, pero aun así, lo que dicta el corazón es lo más puro de nuestro ser.
Resulta imposible dejar de cometer errores. Aún así, hay que tomar en cuenta que todas nuestras acciones nos acompañarán por el resto de nuestras vidas. Las que nos emocionan y nos hacen sentir felices por haberlas tomado de esa manera y también las que no nos dejarán en paz por los errores cometidos que ya no podremos solucionar.
Tomar esos errores como lecciones, bien nos puede ayudar en todo esto que forma parte del intríngulis de navegar por la vida, que a pesar de ser muy corta, bien vale la pena.
Apreciar las cosas sencillas
Qué bonito es saber apreciar todo lo que nos rodea y nos hace la vida más llevadera. Me refiero a las cosas más sencillas que pudiésemos imaginar. Sin embargo, para muchos que han crecido en el primer mundo no significan nada.
Cuando uno proviene de un país pobre, del tercer mundo, donde es difícil hasta soñar, uno aprecia todo al máximo.
Me sorprende ver y oír a muchas personas en Estados Unidos quejándose de cosas irrelevantes y me pregunto si supieran lo diferente que es en muchos otros países, donde el simple hecho de poder comer decentemente es un milagro.
Si viviesen en un país pobre solo por un tiempo, creo que dejarían de quejarse tanto.
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