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Nicolás, Guillén con Padilla y Batista ante Orígenes

El Poeta Nacional mantuvo una relación sosegada y prudente con el comandante en jefe, y evitó la abyección de Miguel Barnet, la maldad de José Antonio Portuondo y la fiereza de Mirta Aguirre.

Nicolás Guillén Batista, poeta nacional de Cuba © La Gaceta de Cuba
Nicolás Guillén Batista, poeta nacional de Cuba Foto © La Gaceta de Cuba

Este artículo es de hace 1 año

Nicolás Guillén Batista, quien hoy cumpliría la edad de Platón, 120 años, fue uno de los mejores poetas de Cuba que, descubrió la crónica desconfianza de Fidel Castro Ruz hacia los intelectuales, atacó al grupo Orígenes desde La Gaceta del Caribe, eludió el maltrato a Heberto Padilla, recluyéndose enfermo en su propiedad horizontal del emblemático Someillán y se tragó el Quinquenio Gris sin rechistar, pese al afecto que sentía por varios de los silenciados hasta por dos décadas.

La temprana orfandad de padre, muerto en un enfrentamiento con militares, entre los que estaba el progenitor de José Lezama Lima, desarrolló en el adolescente Nicolás, entonces con 15 años, un pragmatismo que lo acompañó el resto de su vida; huyendo de compromisos traumáticos, nadando siempre entre dos aguas y combinando su pasión lírica con trabajos en la administración republicana y su mesurada militancia comunista, que lo mantuvo en la presidencia de la UNEAC, un cuarto de siglo.

Como parte de su espíritu de supervivencia, Guillén trabajó para el Ayuntamiento de Camagüey, su ciudad natal, donde años después aspiró a la alcaldía, y para la Secretaría de Gobernación de Gerardo Machado, conociendo los rigores de pobreza que la trágica muerte de su padre, impuso a la familia. Pero ello no le impidió acudir a España, como miembro de las Brigadas Internacionales en defensa de la República, junto a Pablo de la Torriente Brau y Rolando Masferrer Rojas, entre otros cubanos.

El principal reproche de los comunistas Nicolás Guillén, José Antonio Portuondo, Ángel Augier, Mirta Aguirre y Félix Pita Rodríguez - agrupados en La Gaceta del Caribe- hacia Orígenes, era su evasión o escapismo ante los dramas de la patria, su escaso compromiso político, maleficio que ha signado la política y la cultura cubanas desde los orígenes de la nación.

Pero Guillén nunca descuidó su poesía, influenciada por el son y elementos afrocubanos, pero alejada del maniqueísmo habitual en los combatientes de la rima; incluso en versos tan comprometidos como su "Elegía a Jesús Menéndez", aunque nunca eludió su compromiso con los más desfavorecidos, hasta el extremo que su poema "Tengo" hoy resulta un texto subversivo, como quizá aprendió de Langston Hughes, un norteamericano que triunfó sobre el racismo.

Su iniciático Motivos de son (1930), alejado del posmodernismo americano, dejó claro que Guillén había encontrado un tono, una manera rupturista de explorar el alma cubana; como corresponde a la vanguardia literaria en cualquier época y circunstancias; pero ahora el tardocastrismo intenta vincular su poesía negra a los esfuerzos baldíos de 63 años contra el racismo; buscando una legitimación sociocultural a lo que es solo una injusticia a la vista de todos; como demuestra la escasa presencia de negros y mestizos en el Buró Político,el gobierno y la cúpula militar.

Rara vez en la baba sin quimbombo de los ensayistas periodistas y otros empinadores de chiringas en almíbar, se consigna que "Motivos de Son" fue publicado por primera vez en el conservador y anticomunista Diario de La Marina, uno de los mejores periódicos del siglo XX cubano, que privilegiaba la excelencia sobre la fidelidad ideológica.

Cuando explotó el caso Padilla, Guillén supo que la náusea del G-2 inundaría el palacete de 17 y H, y optó por un Hago Constar médico, que lo alejó del asesinato civil de Heberto que, desde entonces, quedó fuera de juego, aunque se vengó con una autocrítica estalinista que abrió los ojos de muchos intelectuales extranjeros ante el horror castrista.

Para tan deleznable tarea de maquillador del asesinado, Guillén delegó en José Antonio Portuondo, protagonista de muchas de las vilezas totalitarias contra la cultura cubana, aunque muchos creían que era una persona decente, sin llegar a la abyección de Miguel Barnet que -tras ser humillado reiteradamente, incluso durante su rehabilitación- no dudó en asumir la presidencia de la UNEAC, después que Abel Prieto la transformara en una agencia de viajes para gusañeros y acometido la oportunista arqueología con antiguos malditos, como Lezama, Virgilio Piñera, Gastón Baquero y Lino Novás Calvo, entre otros; sabiendo que hasta después de muertos, somos útiles.

"Cuando con sangre se escribe Fidel...", escribió ante el cadáver del joven miliciano Eduardo García Delgado, que era uno de los poemas preferidos del comandante en jefe; siempre proclive a Sagunto, Numancia y los niños héroes de Chapultepec. Pero Guillén aprendió, desde joven, que hay muchas formas de resistir, evitando el exterminio, como siempre intentó hacer y dejando claro en esos versos que "Cuando su voz en pena/lengua para expresarse parece que no halla/no digáis que se calla/pues en la pura lengua de la patria resuena..."

Para la mayoría de los jóvenes cubanos, aplastados por el adoctrinamiento, las carencias y la emigración, Nicolás es un extraterrestre, una figura brumosa, carne de revistas especializadas y apariciones esporádicas en la prensa estatal que casi nadie lee. Pero al poeta le importa tres pitos el olvido porque avisó, hace tiempo que, cuando vino a este mundo, nadie lo estaba esperando...

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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