España e Iberoamérica pueden contribuir al fin de la dictadura castrista; que mantiene encarcelados a más de mil presos políticos, desempeñando un papel más activo en la transición a la democracia en Cuba; aprovechando las rendijas que deja el hartazgo de Estados Unidos.
Biden no quiere ser chicha (Obama) ni limoná (Trump) y su postura mantiene desconcertada a la casta verde oliva y enguayaberada que, cual cangrejo en un tanque de miel, simula que se mueve.
Estados Unidos está harto de Cuba, que es solo un problema migratorio; y tiene como aval que el embullo Obama no sirvió para casi nada, excepto para desnudar al viejo gobierno de difuntos y flores; y su hartazgo podría abrir oportunidades para España e Iberoamérica.
Agentes de influencia y gusañeros niegan la mayor; pero todo esfuerzo baldío conduce a la melancolía; de ahí su insistencia en presentar cada ocurrencia de La Habana, como un hallazgo geopolítico; cuando solo se trata de la nada cotidiana que corroe al totalitarismo y sus cómplices.
México, Colombia y Brasil han transmitido a las autoridades cubanas que sus esfuerzos diplomáticos con Estados Unidos en favor de un relajamiento bilateral, deben ir acompañados de reformas políticas y económicas lógicas y racionales; los oyen, pero no los escuchan.
La casta verde oliva no es un bloque monolítico, pese a la maniobra de despedida de Raúl Castro de relevar al general Leopoldo Cintras Frías con su ahijado Álvaro López Miera; y de promover a cadetes y camilitos prosirios -partidiarios de una solución sangrienta en caso de otro 11J- a las jefaturas del Estado Mayor General, ejércitos, marina, aviación y unidades de designación directa del Alto mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Jefes y altos oficiales del FARINT discrepan del uso de uniformados en la represión del 11J, basados en su convicción de que disparar contra el pueblo significó el fin de la revolución y que Cuba no debe seguir soportando altas tasas de empobrecimiento, cárcel y emigración.
El peso desproporcionado de los militares en la arruinada economía cubana, lejos de calmar las aguas, abrió un frente con parte del gobierno Díaz-Canel porque son los civiles quienes deben dar la cara ante el pueblo por las abundantes carencias e inflación desbocada.
"Solo ellos saben lo mal que están", asegura el opositor Leornardo Calvo, desterrado en Estados Unidos.
Pero el fallido escenario cubano puede ser una oportunidad para que España promueva intercambios entre militares de las 21 naciones de Iberoamérica; en su mayoría, con experiencias de transiciones pacíficas de dictadura a democracia.
La prioridad cubana de Madrid debería ser influir en el diseño de una transición pacífica a la democracia, moviéndose hábilmente frente a la casta verde oliva y enguayaberada, que permanece unida por el miedo a perder güiro, calabaza y miel en el intento de apertura y la incomunicación con actores de la oposición y la comunidad internacional.
Hasta que Cuba no sea democrática, no podrá saldar su abultada deuda renovada con España, que ya rebasa los dos mil millones de dólares estadounidenses, desde el borrón y cuenta nueva de 2017.
La polarización de una parte de la oposición cubana, tiene lógica fundamentada en 64 años de barbarie castrista, pero reforzará a los dinosaurios de La Habana, deseosos de un clima de confrontación para justificar su estupidez y cobardía políticas.
Los reformistas suelen argüir que mientras Raúl Castro, Ramiro Valdés y José R. Machado Ventura sigan vivos, la apertura será difícil, pero es una mera excusa porque a los 90 años nadie se pone farruco y la causa real de su prudencia es lo que llaman el "desconcierto Biden" y la falta de señales de de la oposición moderada sobre la suerte que correrían a la hora de los mameyes.
El miedo y la duda son el nuevo comandante en jefe de las huestes tardocastristas; implorando por un milagro que los saque del patiñero en que se han metido solitos por incapacidad, cobardía y carencia de generosidad política y visión de futuro.
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