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En Cuba hay un barbero de otro planeta

Júpiter dice que no es de este planeta, que su habilidad con las cuchillas y su nombre así lo confirman. Su don resulta tan peculiar como su estrafalario rincón en la barbería de 23 y H, esto le ha ganado la lealtad ciega del mercado en el que se mueve.

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Este artículo es de hace 8 años

Para mí una persona importante es un niño, un carpintero, un mecánico, responde Júpiter cuando le pregunto si además de Miguel Barnet y Roberto F. Retamar, ha pasado por su navaja alguna personalidad de similar categoría.

En realidad, cualquier parroquiano que venga a cortarse el cabello después de haber guardado los 50 pesos que vale un servicio básico, es una persona importante para él. Los precios varían según el grado de complejidad y destreza que amerite el corte y claro, de más está decir que algo influye la nacionalidad del cliente.

Júpiter dice que no es de este planeta, que su habilidad con las cuchillas y su nombre así lo confirman. Su don resulta tan peculiar como su estrafalario rincón en la barbería de 23 y H, esto le ha ganado la lealtad ciega del mercado en el que se mueve.

Hace casi 20 años le arrendó al Estado cubano, junto con otros tres barberos, el pequeño local donde labora diariamente hasta bien adentrada la noche, su ritmo sólo se detiene si dejan de llegar clientes.

Desde sus primeros años de vida se sumergía de lleno en el dibujo y la pintura, pinceles y lápices eran sus aliados en una niñez solitaria; cuando cumplió 21 se decidió a cambiarlos por máquinas de pelar y tijeras. Esa necesidad imperiosa de creación se volcó nada más y nada menos que hacia el milenario arte de la barbería.

Ahora ofrece sus servicios en un recinto que parece sacado de una revista de los años 50. Como casi todos los locales de ese tipo en Cuba, el de Júpiter no se escapa del aire vintage americano de hace décadas y se combina con elementos típicos del período especial como los ventiladores rusos, tales “estilos” decorativos convergen de forma única en esta isla.

En un despliegue extravagante de teatralidad, Júpiter sacude la navaja como si fuera tan sólo una prolongación de su mano derecha, entre tanto, baila al compás de Radio Enciclopedia, estación cubana especializada en instrumentalizar hasta el clásico más clásico.

De vez en vez, detiene los cortes y recita un poema propio, como si algún fallecido poeta romántico se adueñara de su cuerpo para volver a la vida por unos segundos. Mira de reojo a la foto de su esposa que tiene sobre la mesa, “ella está en Miami”, me dice y puedo notar la tristeza que su ausencia le trae.

Como la situada en 23 y H, las barberías por lo general devienen escenarios de interacción social y discurso público. Júpiter, tal vez sin darse cuenta, propicia diariamente un espacio de debates abiertos que reflejan la preocupación pública y facilita la participación discursiva de algunos ciudadanos (masculinos) en temas de actualidad.

La realidad es que Júpiter trabaja con lo que puede, la precariedad y el subdesarrollo no desestiman el terreno que escogió como profesión. La totalidad de los muebles que utiliza fue fabricada varias décadas atrás, reutiliza pomos plásticos e instrumentos como brochas y cepillos para alargar un poco más su presupuesto.

Pese a la falta de “glamour”, asegura que todo en su barbería es de la mejor calidad, por eso a veces tiene que cobrar en CUC a algunos clientes foráneos. Cuenta que su trabajo es tan exquisito que el propio Barnet le regaló “Biografía de un Cimarrón” dedicado en forma de agradecimiento.

La historia de Júpiter es la de tantos personajes endémicos que se imponen a los límites que traza la vertiginosa fauna de los negocios particulares en Cuba, no es uno de los más privilegiados, pero se mantiene fiel a su pasión por encima de todo.

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