Las bromas hollywoodenses y goyescas de la ceremonia inaugural del 43 Festival Internacional de Cine de La Habana -concebidas para desviar la atención pública sobre el crimen de Bahía Honda y la promesa incumplida del presidente sobre los apagones- acabaron tirando al ministro de Cultura por el balcón de la Cinemateca.
Muchos cubanos están consternados por la muerte de siete compatriotas en aguas de Bahía Honda y todos aguardaban a diciembre; con esa manía del arte de la espera, para ver si los implacables apagones cedían; asi que los estrategas de la baba sin quimbombó echaron a andar la fallida maniobra diversionista, maquillando la ceremonia para que pareciera una alabanza a la pangola.
Muchos cubanos están empobrecidos, amargados, jodidos; pero no son bobos y cazan al vuelo las trampas del descuajeringado poder; refugiado en la improvisación permanente, la cobardía política y el jineterismo; aunque los leones de Siboney le tienen ganas al quemado ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau, desde el infortunado 27N; cuando su imagen de guaposo impotente dio la vuelta al mundo.
En la dictadura más vieja de Occidente no existen casualidades y el guión de la gala inaugural del Festival de Cine de La Habana lo miraron con lupa norcoreana en los departamentos Ideológico del G-2 y el comité central; aprobando forma y contenidos; incluida la pedrada formal contra el decimista villaclareño; que aguantó los abucheos sin manotear, como es su costumbre, cuando se pone farruco.
La estrategia consistió en establecer sutil separación entre Inés María Chapman, Rogelio Polanco y el desdichado ministro; circunstancia que propició la repulsa pública de quien ya no es útil para la causa saturniana y que parece abandonado a su suerte por su paisano Miguel Díaz-Canel, que ha salpicado la estructura con villaclareños porque de Holguín solo se llevó a su esposa Lis Cuesta.
Como el enemigo se aprovechará del penúltimo acto fallido de la casta verde oliva y enguayaberada; ya se escucha cantar a los caballos y relinchar a los jinetes en las inmediaciones de 11 y 4 y 12 y 23; sedes de la mandancia cultural y del ICAIC, donde Olga ya no vende tamalitos, sino carnés de desterrados, inxiliados e invitaciones para Villa Marista, con vacaciones en Guanajay, el Combinado del Este y otras hogueras de vanidades.
Díaz-Canel, que cuando se pone solemne guarachea sin piedad, ya avisó que aqui todo el mundo censura; sin aclarar dónde queda su aqui; pero como los revolucionarios también son románticos, luego katapulteó al pionero de OnCuba, regaló un palco al ex director de Alma Mater y guillotinó a los cuadros de la Ujotacé que no entendieron la franqueza juvenil.
Alonso Grau ha aguantado en el cargo, pese a estar achicharrado políticamente, porque no hay sustituto que genere la confianza necesaria en los clanes del tardocastrismo que; en su mala hora, están necesitados de bomberos eficaces y no de pirómanos; ya para degollar a infieles se bastan y sobran.
Abel Prieto sabe que a la tercera va la vencida, parece cómodo en la merecida botella de Casa de las Américas, y su diabetes exige sosiego; Fernando Rojas, el sobreviviente, también se ha quemado y pasará a la historia como el eterno ministrable que nunca fue, pese a tener mayor talento, capacidad de diálogo y formación que varios de sus jefes directos; incluida la distracción de querer fajarse en el parque a la salida de ese gran colegio donde ha despilfarrado los últimos 18 años de su vida.
El insomne Iroel Sánchez despierta muchos recelos por trayectoria gulagnesca y su guara con Ramiro Valdés, que parece listo para ir enterrando a todos los veteranos; como pronosticó el jubilado Carlos Aldana, cuando creía que era el tercer hombre de Cuba, estando a un tin de la ECOTRA.
Los presidentes de los satélites UNEAC y AHS son meros burócratas pioneriles, con perfil parecido al de Alonso Grau, incapaces de administrar lo que queda de Cultura cubana; tras el desguace totalitario de tres grises quinquenios, la arqueología oportunista de los 90; con viajecitos y sueldos de 100 CUC, la bronquitis aguda con jóvenes valientes y los destierros de creadores y artistas.
Como el dogaut tardocastrista parece diezmado por el continuismo sin sabor; podrían apelar al compañero Gerardo, fracasado como espía; pero que josea como un coloso; en cada ocasión que desperdicia para esconder la bola de su incapacidad.
Sacarlo de los CDR no lo traumatizaría porque en los jardines del ministerio podría dar rienda suelta a su pasión de calabacero de contenes e involucrar a los comités colindantes; aprovechando la pendiente de la calle 4 a esa altura, donde el agua corre a placer desde salideros de 17 y más arriba.
Si no ha cerrado su vivero medicinal, el compañero Falcón, ex miembro de la guarnición de 11, podría asesorarlo en materia vegetal y una vez que el barrio sea verdolaga; podría presentar el proyecto a la FAO y UNESCO para que suelten guaniquiqui e inmortalicen los saberes de tan voluntarioso agrónomo.
Ya avisó el necio Silvio Rodríguez que hacen falta alas, pero al tardocastrismo todo le sale mal porque simula volar a ritmo supersónico; siendo guasasa con algarabía.
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