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Nicaragua: ¿una dictadura igualita a la cubana?

Este 19 de Julio los ciudadanos nicaragüenses que aman la democracia tendrán muy poco que celebrar. El orteguismo vitalicio se ramifica hasta el 2021, como mismo el castrismo intentará auto-perpetuarse tras la supuesta salida del poder de Raúl Castro en febrero del año próximo.

 © REUTERS/Oswaldo Rivas
Foto © REUTERS/Oswaldo Rivas

Este artículo es de hace 6 años

El jueves 19 de Julio de 1979 triunfó la Revolución sandinista en Nicaragua, hace hoy 38 años. Fue una victoria militar del pueblo nicaragüense contra el último de los tiranos Somoza, que habían monopolizado la política de ese país de manera dinástica, despótica y delincuencial: Anastasio Somoza padre (de 1937 a 1947 y de 1950 a 1956) y sus hijos Luis Somoza (de 1956 a 1963) y Anastasio Somoza (de 1967 a 1972 y 1974–1979).

En total, el somocismo campeó por sus respetos en Nicaragua durante 33 años. Lo que comparado con el castrismo en Cuba no es mucho, pues en nuestra Isla ya suman 58 años desde que la Revolución de los hermanos Castro ocupara el poder, también un jueves, pero 1ro de Enero de 1959. Y, por cierto, ahora el orteguismo parece querer también competir con estos dos récords de dinosaurios dictatoriales.

La pregunta es: ¿cómo celebra la “democracia” nicaragüense este nuevo aniversario de su Revolución, todavía bajo la batuta y las botas de Daniel Ortega: hoy un gris burócrata, pero que desde siempre ha estado detrás, al lado, y delante del poder en su país, habiendo sido guerrillero, conspirador, preso político y, para colmo, asaltador de bancos en 1967 y hasta poeta, pero un poeta tan mediocre como para plagiar a Ernesto Cardenal, con unos versos coloquiales titulados Nunca vi a Managua en minifalda. Y esto para no mencionar aquí el trauma terrible que Daniel Ortega le causó, por abuso sexual, a su propia hija adoptiva Zoilamérica Narváez, pues esa es una historia de horror que amerita una columna aparte.

En noviembre pasado, Daniel Ortega fue re-electo como Presidente de Nicaragua una vez más, a título vitalicio del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Lo increíble es que cuatro meses antes de las elecciones, el opositor Partido Liberal Independiente fue penalizado por el régimen orteguista, cuando el Tribunal Supremo de Nicaragua inhabilitó al líder del P.L.I. Eduardo Montealegre y finalmente se destituyeron a otros 16 de sus diputados. Es decir, Ortega se quitó de antemano a su único competidor de fuerza, pues el resto de la precaria oposición, como era de esperarse, no alcanzó en total ni el 30% de los votos. Como todo buen socialista, Daniel Ortega no sólo es un tramposo en las urnas sino también un ventajista abusador.

¿Y ya se imaginan quién sigue siendo nepotistamente la Vice-Presidenta de Nicaragua? Pues nada más y nada menos que Rosario Murillo (que, por supuesto, también es escritora): ¡la esposa del mismísimo Daniel Ortega! Aquí no ha pasado nada: todo ha quedado en familia, compañeras y compañeros. Se trata de una cuestión estrictamente de sangre, como ocurre en Cuba entre los hermanos, hijos, tíos y sobrinos del clan Castro. Más que de sangre, en este caso es obvio que se trata de otro fluido mucho más sentimental: léase, seminal.

Desde hace mucho, Nicaragua, al igual que Cuba, es un refugio seguro para todo tipo de terroristas. En Nicaragua se esconden o se escondieron, sin ningún recato, gente como el narcotraficante Pablo Escobar, asesinos profesionales de E.T.A. como Miguel Ángel Apalategui (alias “Apala”), el izquierdista radical Alessio Casimirri de las Brigadas Rojas (en 1978 secuestrador y ejecutor del ex Primer Ministro demócrata-cristiano italiano Aldo Moro), y hasta el fallecido líder de las F.A.R.C. colombianas Manuel Marulanda “Tirofijo”, a quien Ortega condecoró con la Orden Augusto César Sandino y a quien en 1999 incluso le expresó su “respeto, admiración y cariño” por ser “una leyenda en nuestro país y en toda América Latina” y “el papá de todos los revolucionarios”.

Así las cosas, me temo que, por desgracia, este 19 de Julio los ciudadanos nicaragüenses que aman la democracia tendrán muy poco que celebrar. El orteguismo vitalicio se ramifica hasta el 2021, como mismo el castrismo intentará auto-perpetuarse tras la supuesta salida del poder de Raúl Castro en febrero del año próximo. Nicaragua es una democracia formal. Otra más, de las demacradas democracias populistas de nuestro hemisferio, todas enchufadas al petróleo chavista y a la inteligencia militar castrista (para no mencionar a los respectivos negocios con Rusia, China, Corea del Norte e Irán).

En el traspatio de Donald Trump, Latinoamérica sigue siendo una burla contra todos los valores democráticos de los Estados Unidos y Europa. La Latinoamérica del siglo XXI sigue pregonando su llantén de víctima en la propaganda mundial, mientras que en la práctica muchos no son más que caudillos y victimarios.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Orlando Luis Pardo Lazo

Escritor y bloguero de La Habana. Actualmente realiza un doctorado en Literatura en Saint Louis, Missouri, EUA.


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Orlando Luis Pardo Lazo

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