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“A ese no lo salva ni el médico chino”

Así es, vivió a finales del siglo XIX en Cuba. Fue otro de los tantos arriesgados que en busca de fortuna emigraron a la isla desde la nación oriental. Su nombre era Cham Bom Biam. En su tierra natal comenzó estudios de medicina, hasta que decidió aventurarse en un contrato para realizar labores agrícolas en la zona de Coliseo, provincia cubana de Matanzas.


Este artículo es de hace 16 años

No sé en otras partes del mundo, al menos entre los cubanos es muy popular un refrán que reza: “A ese no lo salva ni el médico chino”. Y hasta hace poco creí que se trataba de la bien ganada fama de la medicina asiática en general, o bien de un personaje fantástico. Pero no, aunque aún me parezca increíble, buscando en páginas de historia de la Habana encontré al famoso personaje que en realidad existió, y para mayor asombro mío, estuvo en La Habana.

Así es, vivió a finales del siglo XIX en Cuba. Fue otro de los tantos arriesgados que en busca de fortuna emigraron a la isla desde la nación oriental. Su nombre era Cham Bom Biam. En su tierra natal comenzó estudios de medicina, hasta que decidió aventurarse en un contrato para realizar labores agrícolas en la zona de Coliseo, provincia cubana de Matanzas.

Cuentan que el chinito se las arregló, nadie sabe bien cómo, para graduarse de médico en aquella provincia donde vino a trabajar, y entonces alternó las dos tareas. Claro que al ir cosechando fama, fue llamado a ejercer su profesión de galeno, de modo intermitente en la ciudad de la Habana.

Muy pronto comenzaron a expandirse las noticias de los aciertos de aquel médico y de todo el país acudieron pacientes cuyos padecimientos hasta habían sido ya descartados por otros de sus colegas. Fue el propio pueblo quién lo consagró hasta hacerlo historia

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