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Había una vez... en que La Habana era paralizada por...

Pero quienes tienen este medio hoy como profesión, o quienes se dejan atrapar por sus encantos, tal vez desconozcan que los famosos “culebrones” (llamados así por sus largas tiras de más de 100 capítulos) tuvieron su semilla en La Habana, Cuba, de 1948.


Este artículo es de hace 16 años

Hoy en día las telenovelas se han convertido en icono que distingue al latinoamericano. Sin dudas, Brasil ha creado una verdadera industria del producto televisivo, con tal calidad y cantidad, que se han convertido en uno de sus principales renglones económicos. Siguiendo sus pasos, México, Colombia, Argentina, Venezuela, y hasta los propios Estados Unidos, con una gran comunidad de emigrantes hispanos.

Pero quienes tienen este medio hoy como profesión, o quienes se dejan atrapar por sus encantos, tal vez desconozcan que los famosos “culebrones” (llamados así por sus largas tiras de más de 100 capítulos) tuvieron su semilla en La Habana, Cuba, de 1948.

Luego de haber estado entre los primeros del mundo en producir emisiones de radio, los cubanos siguieron dando riendas a su ingenio y su necesidad de estar siempre a la vanguardia. Fue así que aquellas primeras emisiones que solo contaban con noticias, la hora, el estado del tiempo y alguna interpretación musical, se fue complicando con la entrada al juego del arte dramático.

Cuentan que La Habana quedaba paralizada a las 8 de la noche y la culpable de ello era la radionovela “El derecho de nacer”, de la pluma del escritor santiaguero Felix B. Caignet. Hasta los propios cines tenían que detener su función a esa hora, aunque estuvieran en su punto clímax, debido a las rechiflas de sus espectadores y a los corredores de películas no les quedaba otro remedio que detener el rollo y encender la radio, para luego continuar.

La radionovela, trataba sobre la discriminación racial. La historia de Albertico Limonta y sus dos madres: la blanca y aristocrática Maria Elena del Junco y María Dolores, una humilde negra estaba cargada de intriga, sexo y racismo.

Caignet era hijo de una cubana y un francés, dueño de un gran cafetal en el oriente del país. Según contaba antes de morir, su motivo de inspiración estuvo en los cuentos que hacía en la esquina de su casa un señor, mezcla de chino con negra, tan imaginativo y divertido que sufría una incontinencia verbal más fuerte que el hambre y el sueño. Félix fue también poeta, periodista, compositor musical, un verdadero artista, que llevó muchas de las historias de aquel señor de la esquina de su casa a todo el país a través de la radio.

Teniendo en cuenta que este género radial nace en la etapa más comercial del medio, era de esperar que aquellas historias de amor y desamor fueran aprovechadas por los empresarios para promover sus productos.

A modo de curiosidad, cuentan que en Honduras, al transmitirse esta radionovela, fue asesinado a la salida de una planta radial, el actor que encarnaba el personaje de Don Rafael del Junco; un viejo hacendado que se negaba a revelar el origen de un sufrido niño que era la pasión de la audiencia.



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