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La “Rampa” santiaguera

Si de día la “Rampa” santiaguera parece ser hermoso paraje de la familia y la actividad privada, entremezclada con las opciones estatales; de noche se convierte en una enorme pasarela que parece ser tomada por los jóvenes, quienes caminan presurosamente siempre dirigiéndose a algún sitio.


Este artículo es de hace 8 años

“Yo vivo en la Rampa santiaguera” me dijo jocosamente una amiga cuando me comentó que su casa estaba en la Avenida Victoriano Garzón. Ella hizo alusión a la afamada calle de la capital cubana –para algunos la más popular de Cuba–, muy notoria por reflejar, como ninguna otra, el aire y la atmósfera que se respira y vive en esa cosmopolita urbe.

En su momento no le presté mucha atención, pero más tarde reflexioné en cuánto ha cambiado –para bien–, pero también de cómo asumen sus habitantes residir en esa vía, que hoy compite por ser una de las más comerciales y populosa de la antigua villa colonial del oriente cubano.

Mirando desde arriba a “Garzón” realmente resalta como un eje importante de la ciudad. Se conecta a otras arterias vitales, como son las carreteras del Caney (famosa por sus sabrosas frutas) y de Siboney (principal balneario de la provincia y lugar de nacimiento del famoso trovador Compay Segundo).

También se entrelaza con las avenidas de Las Américas (donde se localizan el hotel del mismo nombre y el Meliá Santiago) y de Céspedes, que atraviesa la barriada de Sueño, netamente residencial donde años atrás se asentó la pequeña y mediana burguesía.

Por último, muere o nace, según se mire, en la Plaza de Marte (considerada la puerta al centro histórico de la ciudad) y Ferreiro, una de las zonas que más ha cambiado en los últimos años; ambos espacios públicos son dos de las zonas Wifi de la urbe.

Su posición privilegiada en el entramado urbano ha determinado que esta sea una de las calles más transitadas de Santiago de Cuba.

Aquí, cada día, como el perpetuo movimiento de las mareas, se ven los ires y venires de motores, de modernas adquisiciones japonesas y antiquísimas reliquias llegadas de los países del Campo Socialista, rejuvenecidas por los leds, pegatinas y muchas otras curiosas iniciativas.

La calle, sin dudas, es una prueba irrefutable de que esta ciudad es considerada la Capital Cubana de los Motores.

Por el contrario, si decidimos dejar de lado cualquier medio de transporte automotriz, se encuentra una realidad completamente diferente. Resulta difícil caminar por Garzón y no sentir la inundación y palpitar del sector privado.

Pero por esos azares de la vida, o quizás para huir del sol, lo cierto es que una de las aceras de esta populosa vía parece ser bendecida por los llamados cuentapropistas que han encontrado en este terreno el suelo fertilizado por el ir y venir de miles de personas cada día. Golpean el rostro las más inimaginables ideas de publicidad que nadan entre el empirismo, el desconocimiento y el espíritu aventurero.

¡Pero nadie duda que en Garzón, de una punta a otra, se encuentran la más sabrosa comida criolla, el más exótico perfume de catre, las novedades del paquete semanal, una exquisita imitación de trapo del personaje de Minie o cualquier otro objeto! Algunos aseguran, que entre un puesto de venta y otro, se hallas las piezas para armar hasta un avión…

La llamada “Rampa” santiaguera sintió, más que ningún otro lugar, el ímpetu constructivo inspirado en las celebraciones del medio milenio de la ciudad de Santiago de Cuba. De esa iniciativa nació el Complejo Cultural Ferreiro –para muchos una oda a las barreras arquitectónicas y a una reciente inclinación por los colores estridentes–, un sitio donde predominan y se concentran las opciones del grupo ARTEX, con una de las mayores sedes del país, matizadas con otras propuestas como la música tradicional y un escenario para el arte dirigido a los jóvenes.

Garzón se distingue, más que otras avenidas similares, por la presencia de una gran cantidad de restaurantes estatales que parecen hacer una guerra desleal a las opciones privadas. El único sobreviviente es la conocida paladar de los chinos que tanto ha dado de qué hablar en la urbe. Sus exorbitantes precios hasta su apego fiel a la cultura culinaria de esa nación asiática hacen que encuentre, en los clientes que han pasado por el pequeño salón, amantes y detractores.

Pero ahí está el restaurante privado de los chinos, convertido en un valiente guerrero con la firme convicción de encontrar, en el futuro, algunos aliados en la zona.

Las personas que viven en Garzón han incorporado a su vida algunos principios ineludibles y característicos de la zona que los han llevado a tener una vida de puertas hacia adentro: el carácter comercial de la vía, la enorme cantidad de transeúntes a toda hora, el ruido que provoca el tráfico, también el humo que genera, la característica iluminación de los leds, que parecen enseñorearse en esta avenida y, por supuesto, la seguridad de vivir en una vía populosa.

Si de día la “Rampa” santiaguera parece ser hermoso paraje de la familia y la actividad privada, entremezclada con las opciones estatales; de noche se convierte en una enorme pasarela que parece ser tomada por los jóvenes, quienes caminan presurosamente siempre dirigiéndose a algún sitio, haciendo gala de las más estrafalarias tendencias de la moda actual.

Todo ese ajetreo tiene como escenario una avenida que parece renacer, en medio de la oscuridad, por medio de los leds.

Garzón comparte con la Rampa Habanera ser el lugar donde más se consume helado en una y otra urbe, o al menos, en ellas están los lugares emblemáticos para degustar ese sabroso alimento.

En Santiago de Cuba, en esa calle, está La Arboleda y también dos cremerías, una de ellas ubicada en uno de los cinco edificios de 18 plantas que se encuentran en la arteria. Este ofrece, más que otros puntos de la urbe, una excepcional visual citadina, donde se pueden ver algunas de las características que singularizan a Santiago de Cuba: nacer y crecer entre el mar y las montañas, en forma de terrazas.

Justo en el sitio donde muere o nace la carretera central, en el kilómetro 969, existe un ambiente arquitectónico con excepcionales valores patrimoniales y visuales. Desde “Garzón”, y muy cerca, se observan algunos de los edificios y escenarios emblemáticos, entre ellos el antiguo Cuartel Moncada con su amarillo característico; el Palacio Provincial de Justicia y su hierática imagen; y, también, el Parque Abel Santamaría.

Las últimas adquisiciones de ese entorno son unas mal logradas fuentes que muy poco aporta, aunque están ahí, como muestra de la intención de justipreciar la “rampa” santiaguera y dotarla de nuevos atractivos.

La avenida Victoriano Garzón de hoy no es la misma que pisaron los abuelos. En la actualidad exhibe un arbolado joven, nuevo, que crece en el mismo lugar donde grades cedros fueron arrancados de tajo por la furia de uno de los peores huracanes que ha azotado la isla.

Sus edificaciones, sin tener el extraño encanto que encierran las más vetustas del centro histórico, cada día sucumben más ante el paso arrollador del cemento, la grava y el acero, y abandona las singulares formas de las tejas francesas y criollas, las casas de puntal alto, pues se convierten en pequeños edificios de dos y hasta tres plantas. Todos parecen exactamente iguales.

Sus aceras, en sus extremos, poseen nuevas y pequeñas rampas, mal hechas la mayoría de ellas, pero son el hijo deforme de la voluntad de convertir a Santiago de Cuba en una ciudad amigable con sus pobladores, en especial con niños y ancianos.

Algunos lamentan que la “rampa” santiaguera ya no es escenario de acontecimientos gastronómicos y festivos importantes, como el carnaval –mayor fiesta popular de Cuba– y las noches santiagueras, que han visto trasladar su sede a otros espacios. En su lugar, Garzón se ha convertido en un importante corredor que une la parte más antigua de la urbe con el que es para muchos, el nuevo centro de la urbe: el entorno de Ferreiro y todos sus atractivos cercanos.

La ausencia de pequeños jugando en la calle, de los pregoneros que anuncian sus productos en su andar y de esas reuniones espontáneas de vecinos para comentar, hablar y cotillear, denota que Garzón es una avenida importante. En cambio, esas entrañables escenas santiagueras se ven sustituidas por el incesante y estresante ir y venir de automóviles, que para algunos puede resultar molesto, pero, ¿quién lo duda?, también forman parte del ser santiaguero y de vivir en la “rampa” de la Capital del Caribe.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.

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Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.