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Stop en Cuba: visita del primer piloto en cruzar el Atlántico sin escalas

Cuba, en uno de sus momentos de mayor esplendor a finales de los años 20, logró atrapar la atención de numerosas personalidades del arte, la arquitectura, la ciencia, entre otras esferas de la vida pública.


Este artículo es de hace 7 años

Cuba, en uno de sus momentos de mayor esplendor a finales de los años 20, logró atrapar la atención de numerosas personalidades del arte, la arquitectura, la ciencia, entre otras esferas de la vida pública.

La aeronáutica no se quedó atrás, pues no pudo evitar darse su salto por Cuba una de las más renombradas figuras de esta rama de la ingeniería. Nos referimos a Charles Augustus Lindbergh, el primer hombre en atravesar el Océano Atlántico en un vuelo sin escalas y en solitario entre New York a París.

Resulta que, después de la increíble hazaña que le reservara un lugar en los libros de historia, el 8 de febrero de 1928, Lindbergh llegó a La Habana, en un vuelo de voluntad procedente de Haití, nada más y nada menos que en el avión con el cual realizó la proeza, tan famoso como el piloto en sí: el Espíritu de Saint Louis (Spirit of St. Louis).

Ese día fue declarado “El día de Lindbergh” y comenzaron las jornadas de homenajes y festejos en su honor, siendo aclamado por el pueblo cubano en la Terraza Norte del Palacio Presidencial, condecorado por el Presidente de la República Gerardo Machado e invitado de honor de numerosas instituciones.

Su llegada a la capital cubana, no quedó como otra de las tantas que realizó a varias ciudades del mundo luego de su reconocimiento mundial, sino que fue el último de los destinos que visitó con el Spirit of St. Louis, ya que posteriormente prefirió conservarlo y exhibirlo en el Museo del Aire y del Espacio en Washington, nunca sin pintarle primero la bandera cubana en su fuselaje.

Para el 12 de febrero a Lindbergh le surgió la idea de invitar al presidente Machado a sobrevolar La Habana, para lo cual se valió de un avión trimotor de la aerolínea Pan American Airways que diariamente transportaba la correspondencia entre Cayo Hueso y la capital de Cuba. Al día siguiente el piloto partió para su país.

En relación a su hazaña sin precedentes, todo comenzó cuando en 1919, un empresario de hoteles de Nueva York Raymond Orteig ofreció un premio de 25,000 dólares al primer hombre que hiciera un vuelo sin escalas que uniera los más de 5.800km de distancia entre Nueva York y Paris.

El anuncio, claro está, llamó la atención de muchos aviadores en todo el mundo. Según registros de la época, los primeros que intentaron el vuelo fueron los héroes de guerra franceses el Capitán Charles Nungesser y su navegante Raymond Coli. Despegaron el 8 de mayo de 1927 desde Nueva York, pero el último contacto que se tuvo con ellos fue al cruzar la costa de Irlanda.

Otros equipos, incluyendo a famosos héroes de la primera guerra mundial como René Fonck, Clarence Chamberlin (quién realizo el segundo vuelo sin escalas cruzando el atlántico dos semanas después que Lindbergh) y el Almirante Richard E. Byrd, compitieron tratando de ganar el premio Orteig sin éxito.

Lindbergh, al igual que sus colegas aviadores, decidió a llevarse este premio a casa, así como la gloria que lo acompañaba. Fue cuando abordó su monoplano de un solo motor Ryan NYP (un Ryan M-2 modificado), bautizado como Spirit of St. Louis, y despegó del aeródromo Roosevelt (Long Island) el 20 de mayo de 1927.

Tras un vuelo de 33 horas y 32 minutos, aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget, cercano a París, donde el Presidente de Francia le rindió honores y a su regreso a Estados Unidos, una flota de barcos de guerra y aviones lo escoltaron hasta Washington D.C.

Por su histórico viaje transatlántico, en la capital estadounidense el presidente Calvin Coolidge le otorgó la distinguida Cruz de Vuelo y dos años más tarde se le fue entregada la Medalla de Honor de ese país.

(Imagen del texto tomada de: Blog Cuba en la Memoria)

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