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30/05/2008 - 12:51pm (GMT-4)
Probablemente ningún suceso podrá emerger como mejor prueba de un
fracaso de la política exterior estadounidense que el 50 aniversario de
la Revolución Cubana el próximo primero de enero. Diecinueve días más
tarde, un nuevo presidente estadounidense -- el undécimo desde que
Fidel Castro derrocó el régimen del General Fulgencio Batista --
heredará esa política.
A juzgar por las declaraciones de los candidatos presidenciales la
semana pasada, solo el Senador Barack Obama sugiere un cambio. Los
Senadores Hillary Clinton y John McCain promueven básicamente más de lo
mismo: la continuación del embargo comercial de décadas y otras
restricciones junto con el apoyo a las fuerzas disidentes dentro de la
isla.
En un discurso en Miami del viernes, Obama prometió levantar
inmediatamente las restricciones impuestas por el Presidente Bush en
2004 a los viajes y las remesas familiares, agregando que "no hay
mejores embajadores de la libertad que los cubanoamericanos". Más aún,
se convirtió en el primer candidato estadounidense en décadas en dejar
abierta la posibilidad de empezar un diálogo con el régimen de los
hermanos Castro, "sin precondiciones". Aunque Obama dijo que dichas
conversaciones se darían solo "en el lugar y la hora que yo elija",
parece estar dispuesto a ir mucho más allá que Clinton o McCain.
Esta posición más "benévola" pudo significar un suicidio político en
el sur de la Florida no hace mucho tiempo, pero las cosas están
cambiando. Según la encuesta sobre Cuba de 2007 de la Universidad
Internacional de la Florida, una mayoría de los votantes
cubanoamericanos todavía apoya una intervención militar para derrocar
al gobierno de Castro. Pero al mismo tiempo, una mayoría también
preferiría la eliminación de las restricciones impuestas por Bush en
2004 (52.1 por ciento) y el comienzo de un diálogo con representantes
del gobierno cubano (60.1 por ciento).
Eso puede parecer una contradicción, pero Hugh Gladwin, director del
Institute for Public Opinión Research que elaboró la encuesta, afirma
que "mucha gente está tan harta con la situación actual que prefiere
cualquier cosa que la cambie". Si el cambio es en efecto la clave hoy
en día, la campaña de Obama ha escuchado el mensaje.
La frustración dentro de la comunidad cubanoamericana se intensificó
durante los casi ocho años de retórica fuerte de la administración
Bush, la cual ahora muchos cubanoamericanos sienten que no fue más que
demagogia política. Bush asegura haber intensificado los esfuerzos
estadounidenses para promover la libertad y la democracia en Cuba desde
las bases, apoyando grupos de la sociedad civil en la isla. Y en
términos estrictos, Bush puso más dinero en su agenda para la libertad
de Cuba e incluso creó una nueva burocracia para administrarla.
Desafortunadamente, muy poco se logró. La Fundación Nacional Cubano
Americana, una de las agrupaciones anti castristas más influyentes,
concluyó en un informe en marzo que menos del 17 por ciento de los
fondos destinados a Cuba a través de la Agencia de Desarrollo
Internacional de Estados Unidos fueron usados en asistencia directa.
"El restante 83 % fue usado para cubrir gastos operativos de las
organizaciones receptoras de los fondos, estudios de transición
elaborados fuera de la isla y actividades realizadas en Estados
Unidos", afirmó la fundación.
La estrategia enfocada en las élites, que propone Obama, es también
objetable por pretender convencer al régimen cubano de la conveniencia
de un cambio. McCain ha de hecho censurado a Obama por proponer un
diálogo que enviaría "la peor señal posible a los dictadores cubanos".
Que el jubilado presidente Fidel Castro haya señalado su respaldo a
Obama -- llamándolo, en una columna publicada el lunes, el "más
avanzado" de los candidatos -- tampoco ayuda.
Los republicanos también critican a Obama por lo que ven como una
contradicción inherente: promover el acercamiento al tiempo que suaviza
pero no levanta el embargo. Dicha crítica, sin embargo, ignora un
principio básico de la diplomacia. Las sanciones pueden proveer una
palanca de negociación con adversarios. Y lo que es más, las sanciones
como herramienta para un aislamiento continuo han tenido su oportunidad
y han fracasado. Como lo dijo Anthony Lake, consejero de asuntos
internacionales de Obama, en un mensaje electrónico, "rehusarse a
hablar pocas veces produce resultados".
La realidad es que la propuesta de Obama no es nueva (los
latinoamericanos han intentado una estrategia parecida por años,
claramente con escasos resultados) y estas críticas simplemente ignoran
un punto central. La campaña de Obama está reconociendo algo que otros
han ignorado o evaluado en forma distinta: la comunidad del exilio
cubano incluye posiciones cada vez más diversas y en su totalidad está
frustrada con el status quo.
Si bien el exilio cubano ha apoyado firmemente a los republicanos en
el pasado -- presidentes, gobernadores y representantes al congreso --
Obama y los demócratas tienen más que ganar ofreciendo una alternativa
real a la línea dura del pasado. Y este es el momento indicado.
Si finalmente Obama gana la presidencia, enero tal vez represente
otro suceso histórico: la erosión irreversible de una terca política
externa basada en una supuesta posición monolítica de los votantes
cubanoamericanos.
Fuente: The Washington Post