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04/10/2008 - 2:57pm (GMT-4)
La
sala donde espera está en el edificio de la editorial Alfaguara en El
Salvador. Es pequeña, claustrofóbica y depende de los tubos
fluorescentes, aunque sean las 11 de la mañana. Hay cuatro mesas
blancas que forman un rectángulo y sillas negras a su alrededor. La
decoración es mínima: un descolorido mapa de El Salvador, un cuadro una
pizarra que alguna vez fue blanca y poco más. Al abrir la puerta,
Antonio Orlando Rodríguez se levanta, y saluda respetuoso, sonrisa en
la boca.
-Todavía no he desayunado.
Antonio
Orlando Rodríguez –escritor, 52 años, cubano– es el ganador del Premio
Alfaguara 2008, el reconocimiento con el que el Grupo Santillana
bendice a un literato de habla hispana cada año desde 1998. Son
$175,000, una retorcida escultura y la publicación simultánea de la
obra en toda América Latina y España. Tanto agasajo, eso sí, tiene una
penitencia: la maratónica gira promocional que obliga al autor a
visitar todos los países donde la editorial tiene presencia.
Hoy
es 24 de septiembre. Antonio Orlando ha aterrizado hace unas horas
procedente de Guatemala. Ha estado en un programa de radio, y después
de esta entrevista tendrá que conceder dos más, ir a firmar ejemplares
a La Ceiba y asistir a un conversatorio en el Museo de Arte.
-Y después de esa presentación tengo una actividad muy importante: ir a la cama, dormir.
De
manera inexplicable logra neutralizar el cansancio apenas comienza la
primera pregunta. Durante la hora de plática se muestra interesado,
gesticula con las manos, mira a los ojos de los entrevistadores y se
entusiasma con algunas de las preguntas, en especial las referidas a lo
que le trajo aquí: la presentación de su libro “Chiquita”. Hay también
tiempo para repasar algunos pasajes su vida de escritor y periodista
formado en Cuba y exiliado desde 1991. A tenor de sus respuestas,
Antonio Orlando es anticastrista, pero su anticastrismo no es visceral.
No es un odio político, no se amolda a ese rechazo tan extendido en
América Latina hacia lo que representa la Cuba revolucionaria, no se
esfuerza por negar logros al sistema cubano. De hecho, cuestiona
veladamente el uso de la política que hacen otros escritores cubanos:
“Sé que abre muchas puertas ser anticastrista, pero quisiera que a mí
no se me abrieran nunca de esa manera”.
El
libro que vino a presentar, de hecho, no es político. “Chiquita” es un
generoso ejemplar de más de 500 páginas que narra la biografía de
Espiridiona Cenda, una liliputiense cubana que triunfó en los
principales teatros de Estados Unidos a inicios del siglo XX. El
escritor reconstruye su vida alternando datos reales con datos
inventados, y el resultado es lo que el jurado del premio coincidió en
calificar como “una novela a la vez elegante y llena de vida, con una
notable gracia narrativa y una imaginación sin descanso”.