Aunque a nivel internacional la tecnología no constituye una novedad, es la
primera vez que en Pinar del Río se utiliza a gran escala en la construcción de
viviendas.
La prioridad se concentra en las casas que perdieron la cubierta tras el paso
de Gustav y Ike, cuyos cimientos y paredes resistan el peso. Antes de que
termine el año, se espera rehabilitar unas 2 000.
El procedimiento consiste en colocar una base con planchas de poliespuma
reforzadas con vigas de concreto. Encima se sitúa una malla metálica y una capa
de cinco centímetros de hormigón. La apariencia final es la misma que la de un
techo de placa.
Su virtud principal es la resistencia. Además, el montaje es sencillo y
rápido, no requiere medios de izaje, y reduce considerablemente el gasto de
materiales.
Luis Alberto Rodríguez, director del Grupo Empresarial de la Construcción en
el territorio, explica que el MICONS y la Vivienda supervisan el proyecto, pero
para avanzar a la velocidad que impone el deterioro del fondo habitacional en
Vueltabajo, es necesaria su popularización. "Es una tecnología sencilla, que
permite que los propios damnificados puedan desarrollarla".
Del dicho al techo...
"Fuerte, fácil de maniobrar, fresco, porque la poliespuma actúa como aislante
térmico e impide la transmisión de calor o frío. Ese es el criterio de los que
trabajamos con la mezcla", afirma Juan Manuel Ramos, albañil de la ECOAI #1 del
MICONS.
"Al principio hubo quienes lo rechazaron por miedo a que se mojara, pero
después de ver el resultado, mucha gente ha empezado a reclamarlos", agrega
Fredy León, de la misma entidad que ha sido designada para edificar las primeras
cubiertas en Herradura, el poblado del municipio de Consolación del Sur donde se
ha iniciado el programa. Por ello, a pie de obra, sus hombres capacitan a las
brigadas que llegan de toda la provincia para tomar experiencia.
"Lo primero es visitar la casa. Si el cerramento está al mismo nivel de las
paredes, le damos más altura para que tenga pendiente, tomamos las medidas y
mandamos a hacer los paneles de poliespuma", explica Fredy.
"Cuando están listos, los montamos en la vivienda. Encima se le pone una
malla de acero y se funde el hormigón. Por último se repella la parte interior".
Después de un mes de labor, el equipo de 10 hombres tiene cuatro techos
prácticamente terminados. "No es posible reducir ese tiempo, porque se debe
cumplir una secuencia. Solamente al hormigón hay que darle una semana para que
fragüe", comenta.
Como no suele haber dos casas iguales, a cada una se le tiene que preparar
una cubierta con dimensiones diferentes. En la planta de prefabricado de
Herradura, se ensamblan las planchas de poliespuma según las mediciones
realizadas por los constructores y se les funden las vigas de
hormigón.
Pedro Martínez, técnico en edificaciones, explica que en la unidad se emplean
lozas (como se les llama a esas piezas) de los sistemas CTVU y Trimax, ambos con
el mismo principio, aunque el segundo es más resistente y se puede usar de
entrepiso en viviendas de dos plantas.
"El resultado es una cubierta sólida, que con respecto a la placa tradicional
representa un ahorro considerable de cemento, acero, madera, puntillas, áridos y
equipamiento", afirma.
El día anterior, Osbel, el nieto, clavó tablones por fuera de las ventanas y
amarró cabillas al techo de tejas para darle seguridad. "Cuando me dijeron que
el ciclón se lo había llevado, no lo podía creer".
La vivienda de Olga Castillo, una antigua cocinera ya jubilada, tenía apenas
dos años de terminada. "No pensé que pudiera sucederle nada", dice.
Pero a pesar de las precauciones, las primeras rachas de Gustav rompieron una
de las tejas de asbesto cemento y dejaron entrar el aire. "Las paredes se
estremecieron. Era como si una bomba hubiera explotado adentro".
Olga logró salir y refugiarse en casa de sus vecinos. "A través de la ventana
observamos cómo las fibras se iban volando. Después no pude ver nada más. Una
especie de humo lo envolvió todo. El viento era muy fuerte".
El relato transcurre a la sombra del nuevo techo que le acaban de colocar.
"Se ve muy sólido. Es un gran alivio para nosotros"
Para el fondo habitacional de Pinar del Río, esta experiencia podría tener el
mismo significado. Entre el 2002 y el 2005, los huracanes provocaron aquí
destrozos en 102 000 viviendas.
Tras un inmenso esfuerzo en sudor y en recursos, la provincia había logrado
solucionar más de 85 000; pero el impacto de Gustav y Ike sumó nuevos daños en
98 000 hogares.
En medio del grave panorama, las perspectivas de extender una tecnología que
no depende de grúas ni de brigadas especializadas, no solo abre la posibilidad
de agilizar la recuperación; también constituye una esperanza para miles de
familias que sueñan con un techo que la furia de la naturaleza no les pueda
volver a arrancar.
Fuente: Granma
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