El golf no es un deporte especialmente cubano ni
particularmente proletario. A Fidel Castro apenas se le vio una vez
jugándolo: hace 47 años con el Che Guevara, que por cierto le ganó. Y
en la isla hay dos campos de golf, uno de 18 hoyos en Varadero y otro de 9 en
La Habana. Es todo. Pero el deporte de los capitostes por excelencia
podría convertirse pronto en uno de los impulsores del turismo y por
tanto de la economía del pequeño país socialista. Empresas extranjeras
y estatales preparan con discreción una veintena de proyectos
inmobiliarios y turísticos en torno a sendas instalaciones de golf.
Fidel Castro nunca mostró gran interés por otro deporte de palos y
pelotas que no fuera el béisbol, la gran pasión nacional. El partido de
golf que jugó y perdió con el Che en marzo de 1961 no tuvo otro
propósito que burlarse de Eisenhower, gran aficionado a ese deporte. El
encuentro, que no en vano tuvo cobertura de prensa gráfica, se celebró
en Colina Villarreal, a las afueras de La Habana, días antes del
fallido desembarco en Bahía de Cochinos: una operación que el líder
revolucionario siempre atribuyó precisamente a Eisenhower pese a que el
ataque se ejecutara cuando ya Kennedy le había sucedido como presidente
de Estados Unidos.
El campo donde los dos barbudos jugaron a reírse de Ike, que un año
antes había rehusado recibir a Fidel aduciendo que tenía un partido de
golf, fue pronto convertido en campamento militar: el mismo destino que
corrieron varios de los diez campos con que la isla contó hasta 1959.
Otra cancha muy reputada antes de la revolución, la del clasista y
racista Country Club de la capital, se transformó en el solar donde se levantó la Escuela Nacional de Arte de La Habana.
El olímpico desprecio al que aún se tiene por deporte de ricos duró en
la isla hasta hace poco. Aunque algunos planes para potenciarlo datan
de hace un decenio y la cancha de Varadero se inauguró en 1999, fue el
año pasado cuando el Gobierno cubano mostró una repentina afición al
golf. El ministro del ramo, Manuel Marrero, anunció entonces la
construcción de diez campos, así como de algunos puertos deportivos,
parques temáticos y nuevos hoteles.
El ejecutivo de Raúl Castro respondía así a la preocupante caída del
turismo en el 2006, en el que el número de visitantes bajó casi un 4%
mientras en otros destinos del Caribe y Centroamérica seguía subiendo.
El éxito del golf en la República Dominicana, que tiene 24 canchas y
recibe cuatro millones de visitantes al año frente a los poco más de
dos millones de Cuba, saltaba a la vista.
Según la información recogida en compañías extranjeras que actualmente
negocian algunos de estos planes con el Estado cubano, los proyectos de
instalaciones de golf con urbanizaciones de lujo alrededor suman 19 y
se extienden por toda la isla. Sólo para la provincia de La Habana hay
10 planes; los otros se reparten en su mayoría por la costa norte
[Bahía Honda, Bacunayagua, Varadero, Jibacoa, Cayo Coco (2) y Holguín],
aunque también están previstos otros dos en Cienfuegos y Trinidad, al
sur.
En las sociedades mixtas que deberán desarrollar las instalaciones hay
firmas de Canadá, Españolas, Vietnam, Reino Unido y Francia. Algunas
como la inglesa Havana Holdings
han dado a conocer sus pretensiones, mientras que otras prefieren no
hacerse notar por ahora: en parte por los problemas que las leyes del
bloqueo de EE.UU. les pueden ocasionar y en parte por temor a que una
indiscreción pueda estropear unas negociaciones con el Gobierno cubano
de por sí difíciles y hasta inciertas.
En algunos casos los campos de golf proyectados son lo de menos si se
comparan con los cientos de apartamentos y bungalows de lujo, así como
los hoteles y complejos deportivos que rodean las canchas sobre el
papel: unas inversiones de cientos de millones que sin embargo penden
de conversaciones a veces muy verdes en las que la parte extranjera
reclama dotaciones suficientes para hacer viable el negocio (por
ejemplo, de carácter sanitario y asistencial en los resorts orientados a la Tercera Edad) y garantías para rentabilizar sus esfuerzos mediante contratos de leasing
a largo plazo e incluso compraventas: todo un reto para el Estado
socialista cubano. Hay quien cree que el turismo de golf puede abrir
una puerta a la propiedad privada en Cuba. Ya se verá.
Fuente: La Vanguardia.es
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