| 16/12/2008 - 12:12pm (GMT-4)
Mirando las noticias sobre el triunfo de Barack Obama el 4 de
noviembre, el veterano comunista cubano Ricardo Alarcón no pudo dejar
de advertir “un detallito” en el acto multitudinario que saludaba el
triunfo del primer presidente negro de ese país, nada menos que en
Chicago, en el mismo espacio donde fueron reprimidas las grandes
protestas de 1969, con lo que se cerró el ciclo de los contestatarios
años sesentas. “Vi las imágenes y reconocí a muchos amigos míos que estaban llorando; gente de lo que fue la nueva izquierda americana
de otros tiempos. Ellos sintieron una emoción muy especial al reunirse
allí, no para ser apaleados, sino para celebrar la elección de un negro
como presidente que promete cambiar el país. No quiero ser ingenuo, sé
que no podemos esperar un gran viraje respecto a Cuba, pero comprendí
su esperanza.” El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular habla extensamente con La Jornada
sobre las incógnitas, expectativas y límites de la nueva era que
empieza “con este joven y su nuevo equipo”. El tema le apasiona. Como
representante del gobierno revolucionario de La Habana en la
Organización de Naciones Unidas, vivió en Nueva York justamente en los
años de las luchas por los derechos civiles (de 1966 a 1978) y nunca se
desconectó del estudio y análisis puntual de la política de ese país,
ni cuando fue viceministro de Relaciones Exteriores ni cuando
representó a su gobierno en las reuniones periódicas y discretas entre
funcionarios de Washington y La Habana sobre migración, en los años
ochentas y noventas. Su conclusión la resume con un giro
cubanísimo: “No va a ser fácil, chico”. Enmarca sus opiniones en la
advertencia que hace siete días ponía sobre el tapete Fidel Castro, en
una de sus reflexiones, al alertar sobre la “poderosa marea de
ilusiones” que despierta la obamamanía. “Lo que hay
hasta ahora –señala Alarcón– es la gran victoria de Obama, que sólo se
explica por su capacidad de generar un amplísimo consenso entre
millones de estadunidenses que se reunieron en torno a una aspiración
de cambio, un cambio que no se ha definido con precisión. Es un hombre
con antecedentes que nos hacían pensar a muchos que no sería electo:
hijo de un migrante africano, con una historia política que en Estados
Unidos puede llamarse de liberal, sin algún pecadillo de concesión a la
derecha. Conozco Estados Unidos lo suficiente como para no ver la
diferencia entre lo que ha habido ahí hasta ahora y lo que viene. “Pero
el análisis del cambio prometido se complica con la cláusula relativa a
Cuba. Yo no creo que nosotros tengamos que esperar, ni mucho menos, un
gran viraje.” No es radical; es de otro signo –Él hizo campaña como un político antiestablishment, pero arma su equipo con gente del sistema. –Eso
es verdad y está bien. Él no prometió la revolución socialista:
prometió cambiar, y me parece comprensible, además, que trate de
hacerlo manteniendo el mayor consenso posible. Desde la izquierda lo
critican porque conformó su equipo económico, de seguridad, de
políticas sociales, con viejos cuadros demócratas que vuelven al ruedo.
Pero no es del mismo signo que el de Bush. Hay un cambio, no radical,
pero no es lo mismo. “En el caso de Cuba, lo que Obama prometió
es eliminar las restricciones que Bush agregó a las que existen limitar
las remesas y los viajes de los cubanos residentes en Estados Unidos a
la isla. Como fueron decisiones ejecutivas, Obama las puede anular con
otra decisión ejecutiva. Eso, objetivamente hablando, no es ni el fin
del bloqueo ni el fin de la política agresiva, pero es una noticia muy
buena para cubanos de ambos lados del estrecho. Es algo saludable. Si
no lo hace, olvídate. No va a hacer nada.” –¿Puede ir más allá? –No hay nada de lo que él ha dicho que lo indique. Depende de muchos otros factores. –¿De qué depende que eso no sea el techo de las posibilidades de Cuba? –Obama
tiene otros muy grandes problemas. En primer lugar, la economía. ¿Cómo
va él a bregar con ese problema? ¿Qué hace con las dos guerras, la de
Irak y la de Afganistán? ¿Y qué hace en relación con la vinculación de
Estados Unidos con el mundo? Cuba no es lo más importante para ellos,
sinceramente. “Lo nuevo, lo que lo diferencia de los candidatos
usuales en Estados Unidos durante mucho tiempo, es que llega a la
presidencia gracias a la acción de millones de estadunidenses que no
forman un partido político, que no tienen organización ni programa. Esa
fuerza amorfa, inorgánica, pero con capacidad de ganar, ¿cómo va a
operar ahora? ¿Va a existir después? Esto no deja de apuntar a cierto
punto de cambio si se compara con este pasado inmediato terrible de
Estados Unidos. Para gran parte de la gente en EU, es un motivo de
alivio tener a un Erik Holder como fiscal general en el lugar de
Antonio Gonzáles.” –Son muchas las incógnitas... –Fíjate
tú, ni siquiera se ha instalado la nueva administración. Lo que ha
ocurrido nada más es una modificación importante en un solo aspecto del
poder, la presidencia de la rama ejecutiva. Está el Congreso, donde los
demócratas ampliaron sus escaños. Ampliaron sus gubernaturas. En el
nordeste fue una victoria avasalladora, pero eso no quiere decir que
todos sean agentes del cambio. Cuando se instale Obama, con todas esas
corrientes y fuerzas operando, va a ser una lectura difícil. Imposible detener la caída del imperio –En cuanto a las expectativas que hay en Cuba, ¿está contar con espacios de interlocución política, diplomática? –La
verdad es que siempre hubo espacio para el diálogo discreto, la
interlocución privada, la diplomacia no pública que se mantuvo, que
probó ser útil y que existió hasta que llegó el increíble equipo de
George Bush, el pequeño. “Fíjate en la entrevista del presidente Raúl Castro con Sean Penn (actor estadunidense, publicada en The Nation,
edición de diciembre). Raúl anota un detallito muy interesante, que no
es ningún secreto: que entre los militares cubanos y estadunidenses
hubo un diálogo sistemático desde 1994, en Guantánamo, ahí donde el
choque entre los dos países es más drástico, en un espacio donde hay
dos banderas, una cerca en medio, tropas de un lado y del otro. Y ahí
conversan. –Entonces, ¿hay posibilidades de recuperar estas esferas de diálogo? –Sí,
si Obama logra que Estados Unidos vuelva a justipreciar el
multilateralismo frente al unilateralismo; si Estados Unidos se mueve
hacia una actitud más racional, que sería más pacífica y que tendría
que ser más modesta. Estados Unidos ya no es la superpotencia
hegemónica que pueda decidir por sí y ante sí. El mundo ha cambiado.
Pretender detener la caída del imperio e imponer la hegemonía de
Estados Unidos ya no es realizable. Esa locura los llevó a Irak, a
Afganistán, a irse aislando. “Ellos no son los dueños del mundo
ni lo van a ser más. Estuvieron cerca de serlo cuando terminó la
Segunda Guerra Mundial, en la cúspide de la guerra fría. Cuando triunfa la revolución cubana todavía pudieron aislarnos. Ya no.” –Concretamente,
en América Latina, ¿qué cambia con Obama, el tema del comercio, el Área
de Libre Comercio de las Américas, el Plan Colombia? –Para el
ALCA, que vayan buscando el mejor museo que tengan por ahí para
ponerlo. El gobierno que se instala en Washington ahora tiene entre sus
soportes al movimiento sindical, a los trabajadores que han estado
luchando contra los tratados de libre comercio. “En esa crítica
al neoliberalismo América Latina se le adelantó a Estados Unidos
eligiendo a Chávez en Venezuela, a Lula en Brasil, al Evo en Bolivia,
etcétera. Para ellos ahora el reto es ver cómo establecen una relación
normal, basada en el respeto a esos procesos. Un reacomodo hacia Cuba
es una pieza importante para la nueva relación con América Latina, lo
han dicho todos los líderes de la región. Yo no pediría tanto, me
conformaría con que empezaran a reconocer que América Latina empezó a
cambiar antes que ellos.” –Si Obama hiciera un gesto significativo hacia Cuba para la normalización de las relaciones, ¿cómo tocaría responder a Cuba? –Dándole las gracias por reconocer su error de medio siglo. Fuente: La Jornada