El debate de la noche de ayer, entre el candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, y la demócrata Hillary Clinton, se convirtió en uno de los duelos más tensos que se recuerde en la política estadounidense. Ambos ni se dieron la mano al llegar al escenario, al contrario que en el primer debate.
Trump arribó muy tocado por el escándalo que ha generado la difusión de sus comentarios sexistas, hace muy pocos días atrás. Sin embargo, algunos medios de prensa y analistas sostienen que consiguió resistir el debate con Hillary y las preguntas de los moderadores.
El magnate aceptó que él dijo palabras lascivas, y que lo lamenta, pero recordó que Bill Clinton, que también se sentaba entre el público, “perpetró delitos, nunca probados”.
En otro orden, aseguró que si su rival gana las elecciones, intentará encarcelarla por el escándalo de los correos electrónicos.
Y precisó más, Trump prometió que, de llegar la candidata demócrata a la Casa Blanca, pedirá al Fiscal General —cargo equivalente al de ministro de Justicia— que nombre a un fiscal especial con el fin de investigar los correos electrónicos que Clinton envió cuando era secretaria de Estado, entre los años 2009 y 2013.
A tantas agresiones verbales y amenazas, Hillary Clinton respondió con una frase de la primera dama, Michelle Obama: “Cuando ellos se rebajan, nosotros nos elevamos”.
El republicano estuvo en movimiento constante, mientras que Clinton estuvo menos sonriente que en el primer debate, y con una estrategia que parecía centrada en permitir que su rival hablase y se enredase.
Trump elogió la Siria de Bachar El Asad, la Rusia de Vladímir Putin y el Irán de los ayatolás por matar a terroristas del ISIS.
Y llegó a exclamar: “¡Qué estúpido es nuestro país!”.
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