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Un día cualquiera en el Aeropuerto de La Habana, Cuba

Volar es verbo de soñadores, y también de cubanos, cabría añadir…  


Este artículo es de hace 6 años

Sabido es que los aeropuertos por definición destilan cierta emotividad. Sin embargo, si se analizan fríamente, también se trata de un espacio de tránsito sobre el que millones y millones de personas a diario en todo el mundo no sienten sentimientos especiales, porque sólo se trata de eso: de entrar o de salir, nada más.

Los aeropuertos cubanos, en cambio, tienen connotaciones especiales, y no es de extrañar, dadas las condiciones particulares de la Isla: esa maldita circunstancia del agua por todas partes, que convierte el aire en forma de escape y fuga por excelencia.

Volar es verbo de soñadores, y también de cubanos, cabría añadir…

Un aeropuerto es el espacio que te acerca al deseo por realizar (irte); o el que te acerca a tus nostalgias congeladas en el tiempo. Es el reencuentro con el cielo y con el infierno al mismo tiempo. Llegas masticando nostalgias, y regresas de vuelta al resto del mundo respirando alivio.

Viendo estas imágenes, por más que tratemos de adivinar las historias que ocultan cada abrazo, cada reencuentro o cada partida, lo cierto es que nunca sabremos cuántos de los que regresan llevan años queriendo volver; ni tampoco sabremos cuánto tiempo habrán sufrido y esperado los que tanto se emocionan a punto de partir.

Y la puerta... la puerta de inmigración para los cubanos tiene cierta connotación mística: es como un nacimiento o un retorno a la semilla. Es la que te lleva al resto del mundo (da igual a dónde), o la que te hace confrontarte con tu pasado a golpes de realidad.

Pero es, sobre todas las cosas, la que te ayudará a confirmar, por fin, que la Tierra es redonda y que hay vida más allá de tu Isla.

Hay que cruzarla para reafirmar cuánto amas lo que has dejado atrás; pero también hay que cruzarla para crecer como persona, y es que sólo conociendo al otro se puede entender el mundo en que uno vive.

Y el resto...el resto ya lo dejó dicho Gertrudis Gómez de Avellaneda "Al partir", hace ya más de un siglo:

“¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!”

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Judith Moris

Redactora en CiberCuba. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de La Habana, y Máster por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha sido profesora en la UH e investigadora en la UAB, y redactora/editora de la editorial Teide


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