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La historia del cura que se hizo herrero en la Cuba atea

El monseñor José Félix Pérez (70 años) se convirtió en el primer sacerdote-obrero de la isla a sus 27 años.


Este artículo es de hace 6 años

En plena Cuba de los años 70, marcada por el ateísmo y la persecución del Gobierno a la Iglesia, se presentó ante el Ministerio del Trabajo un cura pidiendo un trabajo manual para ganarse la vida sin dejar a un lado sus hábitos sacerdotales.

Se trataba del ahora monseñor José Félix Pérez (70 años), que se convirtió en el primer sacerdote-obrero de la isla a sus 27 años.

En aquella época fue nombrado párroco de Jovellanos, un municipio 160 kilómetros al este de La Habana, y recuerda la sensación que provocó su solicitud. "Extrañeza, sorpresa, porque no entraba dentro de los patrones mentales", asegura a 'AFP'.

Sin embargo la respuesta oficial no llegó hasta pasados 10 meses, momento en que pudo empezar a trabajar como ayudante de pailero en la fundición 2 de Septiembre.

"Él nunca hizo una crítica a los métodos políticos nuestros y como es lógico, tampoco nosotros a él", explica Juan Rodríguez (75), un revolucionario ateo, que por aquel entonces era el administrador de esa fundición estatal.

El padre Pepe no dio marcha atrás a pesar de encontrarse con un trabajo muy duro, aunque reconoce las dificultades por las que pasó. "Algo que me sobrepasaba desde el punto de vista físico, pues tenía que cargar hierros muy pesados, y yo casi no podía", narra el actual secretario ejecutivo de la Conferencia Episcopal desde hace 22 años.

Ejercía como párroco e iba a la "bodega" con su cartilla de racionamiento, compraba sus alimentos y se cocinaba.

"Cuando no podía, yo lo hacía por él", confiesa al citado medio Hilda Martínez, una mulata de 70 años y trabajadora de la parroquia en aquellos años.

Antes de ser párroco, Pérez fue coadjutor en la vecina ciudad de Cárdenas, tras ser ordenado en diciembre de 1970. Ahí participó en muchos cortes de caña.

Apoyo eclesiástico entre reticencias

La figura de este cura-obrero no fue vista con entusiasmo entre el sector eclesiástico, a pesar de que comenzaba a "internacionalizarse". Así lo recuerda el cardenal Jaime Ortega poniendo como ejemplo que el Gobierno de Cuba ya había autorizado a clérigos franceses.

Además Cuba representaba una "singularidad" en el bloque soviético porque el tratamiento a la Iglesia "nunca llegó a ser tan excesivo, aunque fue muy duro y difícil". "Pero se aceptaron algunas cosas tras las tensiones terribles de los años 60", añade a la citada fuente.

En este caso, el obispo José Domínguez firmó la autorización ante el ministerio del Trabajo, pero no era algo que le entusiasmara en exceso. Monseñor Pérez recuerda que los otros sacerdotes "no lo veían muy claro", pero lo apoyaron.

Carisma Foucauld

Inspirado en el carisma del sacerdote francés Charles de Foucauld y sus Hermanitos de Jesús, de hacer presente a Cristo en el mundo del trabajo, Pérez trabajó desde 1974 a 1981 en la fundición, aprendiendo y ejerciendo varios oficios, incluyendo el de tornero.

Quería "ser uno más, sostenerme económicamente de lo que con mis manos podía obtener", pero a diferencia de los franceses, siguió teniendo vida pastoral, atendiendo a su comunidad: misas, bautizos, bodas.

Dos "hermanitos" franceses realizaban entonces trabajo agrícola en una finca del occidente cubano, pero no tenían vida pastoral.

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Jose Nacher

Periodista de CiberCuba. Licenciado en Periodismo por la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, España. Redactor en Siglo XXI, Agencia EFE, Las Provincias y El Mundo.


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