El cementerio de Colón en La Habana, el más grande de América, ha sido para muchos que desean conocer la capital de la mayor de las Antillas, un lugar de visita obligatoria.
Sin dudas la tumba más popular de esta necrópolis es la de Amelia Goyri de la Hoz, conocida como La Milagrosa.
Amelia tuvo una vida corta pero digna de una novela, falleció en 1903 a los 23 años y tuvo que esperar a que su padre muriera para poder casarse con el hombre que amaba. Pero la felicidad fue efímera, falleció un año después durante su primer parto.
La joven fue enterrada con el bebé muerto colocado a sus pies y cuenta la leyenda que cuando fue abierta la tumba tiempo después, el niño estaba en los brazos de la madre.
Su esposo, José Vicente Adot, no pudo soportarlo y enloqueció. Acudía cada tarde al camposanto y golpeaba la lápida con la aldaba de bronce gritando: "¡Amelia, despierta! ¡Amelia, despierta!". Día tras día siguió con este ritual hasta que murió 17 años después.
Esta historia de sufrimientos convirtió a la dama en imagen venerada y La Milagrosa recibe más flores e invocaciones que el resto de las figuras, mientras las autoridades de la iglesia cubana, guardan silencio.
Miles de personas acuden a la tumba para pedir a la santa popular, haciendo sonar las aldabas como hacía el desconsolado esposo. Al retirarse, los visitantes lo deben hacer caminando hacia atrás para no dar la espalda a la imagen de Amelia.
Foto de Travel Aficionado en flickr
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