El tardocastrismo sigue enfermo de bronquitis aguda con una asombrosa capacidad de generar conflictos innecesarios que, siempre acaban en boomerangs como sufrió el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez con Patria y Vida y acaba de ocurrir en una actuación censurada de Emilio Frías, en La Habana.
Obviamente, el censor; dizque efectivo de Seguridad de la Casa de la Música de Galiano, actuó dentro del clima de terror impuesto por la dictadura más antigua de Occidente, tras el aldabonazo popular del 11J; aunque las protestas de artistas como Israel Rojas, podrían facilitar la mentira oficial que actúo por iniciativa propia, en un país donde todo lo que no está prohibido es obligatorio.
¿Qué necesidad había de convertir un concierto aislado en espacio confinado en un problema político? ¿A qué obedecen esos excesos de celos de guarapitos al servicio de los exterminadores de la industria azucarera cubana? ¿Calcularon los departamentos Ideológicos de la Contrainteligencia y el partido comunista las consecuencias de su enésima embestida contra la pluralidad?
El miedo y la soberbia son libres; la estupidez de la casta verde oliva y enguayaberada es infinita y ha llegado a agotar hasta a Silvio Rodríguez, que se habrá llevado las manos a la guitarra cuando supo que le habían bajado el catao al Niño más popular de la música cubana, por méritos propios y por la sobredimensión política que la brutalidad reinante concede a toda disidencia.
El tardocastrismo es la impedimenta de Cuba, una recua de traumatizados y liberticidas Peterpanes sin pan, justicia ni honra.
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