Según la definición más aceptada, una parafilia es “cualquier patrón de comportamiento sexual en la que la fuente de placer se encuentra en objetos, personas o situaciones atípicas”.
Sin embargo, no están claros cuáles son los límites que separarían una parafilia de un simple interés erótico personal… Téngase en cuenta, por ejemplo, que prácticas sexuales muy comunes de hoy en día, como la masturbación y el sexo oral, fueron consideradas parafilias hasta mediados del siglo XX.
Al día de hoy se han identificado más de 500, pero si vives en Cuba –y por razones que a continuación explicamos—, más te vale no padecer alguna de estas 10 en particular…
1. Anortografofilia. Excitación por las faltas de ortografía… Viviría el enfermo en estado de éxtasis permanente, sin poderse contener de placer ante la avalancha de estímulos. Las bodegas de los barrios, con esos letreros provocativos y esas pizarras tan sexis, serían sus burdeles preferidos.
2. Fúrtling. Fetichismo que consiste en introducir el pene o el dedo en agujeros previamente recortados sobre la foto de una revista... ¿Te imaginas lo difícil que debe ser excitarse con Bohemia, o hacerle el amor a una trabajadora ejemplar de la portada de Mujeres?
3. Clastomanía. Obsesión por romperle a la pareja la ropa que lleva puesta… Aquí las razones son obvias… Intenta halarle un poquito nada más la ropa a tu pareja para que veas como se acaba la fiesta porque “con lo cara que me costó esta blusita, Manolo, pa’ que vengas tú con tu cosa enferma a jodérmela toda…”
4. Frotismo. El placer está en el roce del cuerpo propio contra el cuerpo de otra persona sin su consentimiento… Pero en Cuba las guaguas van tan repletas que podrás arrimarte, pegarte y hasta fundirte con la/el de alante, pero no tendrás el espacio mínimo necesario para restregarte y moverte de un lado a otro: serías el frotista inmóvil.
5. Autonepiofilia. Atracción por usar pañales. Motivo: desabastecimiento comercial. En Cuba los pañales son como la carne de vaca, que cuando aparecen hay que reservarlo para los niños. Cualquiera otro uso sería una falta de compromiso con la maternidad responsable.
6. Pigmalionismo. Atracción sexual hacia las estatuas… Aquí abunda la escultura monumental, pero para amar, por ejemplo, al Maceo con caballo de la plaza de la revolución de Santiago de Cuba, además de pigmalionista habría que ser macrofílico y alpinista. Porque a las de tamaño natural las vigilan desde el incidente aquel con los espejuelos de John Lennon.
7. Retifismo. Atracción fetichista por los zapatos. Definitivamente el calzado de producción nacional, asequible al enfermo con salario promedio, no destaca por su belleza. Sus curvas son más chapuceras que sensuales, y así, si te excitas, no serías retifista sino coprofílico.
8. Electrocutofilia. La excitación se produce por mediación de choques eléctricos. Pero “el ahorro es nuestra principal fuente de ingresos” y todo el mundo lo sabe… No disfrutaría el afectado pensando en los kilowatts de 30 centavos y en cómo trajinar el contador.
9. Eufilia. Atracción por las buenas noticias, que puede tener o no carácter sexual. Realmente no tiene mucho sentido buscar el placer en algo tan esporádico. En esa línea el próximo orgasmo podría tocarte cuando se acabe la doble moneda o cuando el Internet y la libra de papas bajen de precio, pero nadie asegura que ocurra en este siglo.
10. Odofilia. Atracción por los viajes, que puede tener o no carácter sexual. Si el viaje es al exterior siempre hay cosas más importantes en qué pensar, como los tenis de tu sobrino o en dónde esconder el celular adicional para que no te lo quiten en la Aduana. Y si es al interior, bastaría asomarse a los baños del tren Habana- Guantánamo para que desaparezca de tu vida todo vestigio de erotismo, para siempre.
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