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Soy virgen... hasta que se pruebe lo contrario

A los hombres y las mujeres que creen que el himen es la única manera de probar la virginidad, ¡les tenemos malas noticias!

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Pareja de cubanos en el Malecón de La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 5 años

En casi todas las sociedades -y la cubana no queda exenta de esto- la virginidad es un tema que a cierta edad despierta todo tipo de curiosidades, mitos, leyendas.

Muchas veces los hombres se sienten “honrados” de ser el primero en la vida de su novia, en atravesar antes que nadie esa fina capa vaginal que se llama himen. Se les ha visto a algunos pavonéandose de tener una novia “virgen” y ser el elegido para arrancarle esa condición.

Esas actitudes sumamente machistas seguramente las habrás oído alguna vez. Algunas mujeres, por su parte, ayudan a alimentar ese ego.

A los hombres y las mujeres que creen que el himen es la única manera de probar la virginidad, ¡les tenemos malas noticias!

El himen es elástico, o sea, no se desgarra a causa de la penetración.

Según dijo en entrevista a El País Nina Brochmann, una de las autoras de El libro de la vagina, “hemos crecido creyendo que podíamos perder el himen yendo en bicicleta o montando a caballo pero es falso. También muchas mujeres han tenido miedo de su primera relación sexual coital porque se decía que se sangraba y que dolía mucho, pero eso solo le ocurre a una minoría. El himen está situado a la entrada de la vagina y es elástico, con forma de media luna o de aro y puede expandirse hasta dejar entra el pene o un tampón sin sufrir ningún daño. En otras palabras, la primera vez que hay sexo no tiene porque haber dolor o sangrado y muchas mujeres mantienen su himen intacto después de su primera experiencia sexual”.

La portada de ‘El Libro de la vagina’.

Por su parte Ellen Strokklen, la otra autora del libro, afirma que “sabemos poco del himen. De hecho, la mayoría de la gente no sabe localizarlo. Algunos doctores en noruega siguen haciendo tests de virginidad para proteger a mujeres o a niñas de determinadas culturas minoritarias, en las que sus padres quieren estar seguros de su ‘pureza’ antes de casarlas. A menudo esos matrimonios están arreglados a distancia y la familia de la otra parte espera algún tipo de pruebas de que la novia es ‘decente’.

Incluso en la liberal Noruega las pruebas de virginidad existen. Generalmente, los médicos certifican a favor de las chicas para evitar que tengan problemas con sus familias. Lo hacen con buena intención pero lo que consiguen es perpetuar el mito de la virginidad. Tal vez deberían decirle a sus padres que no hay forma de saberlo realmente y que deberían confiar en sus hijas.

“Seguimos creyendo en los viejos mitos porque nos sirven para controlar a las niñas y mujeres de todo el mundo”.

Pues acá lo ven. Las únicas que pueden decir “cuán vírgenes” o no son, son precisamente las mujeres, dueñas de su cuerpo. A los demás les queda confiar.

Si eres uno de los que tanto le importa que su novia esté “intacta”, pues ¡cuidado! No habrá manera de probarlo. Lo mejor es que te despojes de cualquier estereotipo y que ames. Esa es la realidad.

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