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¿Cuál es el mejor escondite para escapar de un ciclón?

Lo hemos visto en el cine y lo hemos leído en literatura.

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Inundación tras huracán Irma en Cuba Foto © Cibercuba

Este artículo es de hace 5 años

Lo hemos visto en el cine y lo hemos leído en literatura. ¿Qué hacen los protagonistas cuando llega un huracán? Se refugian en el sótano de las casas que luego son embullidas por los fuertes vientos de la tormenta. Milagrosamente todos quedan a salvo.

Pero la realidad es esta ¿dónde nos refugiamos ante un ciclón? Actualmente las edificaciones suelen soportar los fuertes vientos y la lluvia, pero ¿y si nos encontramos en el campo. El doctor José Rubiera tiene la solución.

Fue en 2016 cuando el Rubiera contó en un artículo publicado en las revista OnCuba que el lugar más seguro para guarecerse de un ciclón en los campos de Cuba es una creación totalmente cubana. Según cuenta, en épocas antiguas solía llamársele bohío o Rancho Vara en tierra. Vocablo que al pasar de boca en boca entre los guajiros, terminó reduciéndose a varaentierra.

¿De qué estamos hablando? Pues de algo así como una mini habitación con techos de dos aguas o aleros, hechos de guano (hoja de palma real) o yagua (penca de dicho árbol). La construcción asemejaba a un naipe doblado y puesto bocabajo.

En un principio los campesinos lo empleaban para guarecerse, pero luego terminó convirtiéndose en algo permanente que les servía para ponerse a salvo de los huracanes. Así en épocas normales solía emplearse para guardar herramientas de labranza, cosechas, vituallas en entre otros materiales.

OnCuba / José Rubiera

Se acostumbraba a construirlo muy cerca de la casa de la familia, en un terreno más alto porque así evitaban que se colara el agua de lluvia. Garantizaban que tuviese un metro de profundidad para fortalecer la estructura y la propia forma del techo bajo evadía los efectos destructivos del viento.

Dentro se colocaban todos los medios y elementos necesarios para sobrevivir el paso del huracán. De hecho, según el tamaño que tuviera podría albergar a toda la familia y a vecinos que pudieses necesitar un lugar para guarecerse.

El propio abuelo de Rubiera, confiesa el doctor, pasó el ciclón de 1926 con toda la familia en un varaentierra. Y de no ser porque pudo encontrar a la madre del meteorólogo, que entonces tenía sólo dos años y se le había escapado de las manos cuando intentaban llegar desde la casa a ese habitáculo salvador, hoy no existiría el científico.

Así que ya sabes, si un día estás en el campo y te sorprende un huracán, contrario a toda lógica, no será en el bohío grande donde estarás a salvo. Si ves un varaentierra, corre y refúgiate allá. Además de salvar el pellejo, será una aventura única seguro desearás que también sea irrepetible.

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