Hay quienes dicen que el verdadero secreto del habano cubano está en los suelos donde se cultiva la planta, otros lo ubican en el hecho de torcer y que son las mujeres quienes mejor lo realizan, y no pocos afirman que un puro es excelente cuando se quema parejo y la ceniza final es blanca, y mientras se consume, se sienten mil sensaciones diferentes… todos esos criterios existen alrededor de este arte centenario porque ha devenido cultura raigal en la mayor nación del Caribe.
Cada habano es una combinación única de hojas… por eso es casi una obra de arte irrepetible y efímero si se quiere. Aunque existen “recetas” que identifican cada marca, que se traduce en un conjunto de características unificadoras, muchos consideran que una pieza jamás será completamente igual a la otra. Depende de las hojas, de la cosecha, pero también de la habilidad maravillosa de las manos que las combinan.
El proceso es completamente artesanal y único, desde la producción de las hojas, la colecta, el secado y la selección, hasta llegar al torcido de los puros. Cada etapa tiene de arte y también de ciencia.
A los torcedores llegan las hojas ya seleccionadas. Cada una se distingue por su secado, tamaño, color, textura, aroma… se toma una, se hace una especie de abanico –que es una de las técnicas fundamentales para torcer– y se comienza el arte de mezclarlas.
Con agilidad se tuercen, se rasgan, casi sin mucho respeto y a la vez haciéndole reverencias… se busca el sentido de las venas de la hoja pues de esa manera se asegura que el paso del aire, y la combustión, sean perfectos: ese es uno de los secretos de torcer un buen tabaco.
En pocos minutos hojas secas, feas, que pueden ser de cualquier arbusto para el que desconoce, se vuelven una especie de cilindro deforme, mal alisados. Es hora de llevarlos a la prensa donde deben permanecer unos 15 minutos aproximadamente.
Se cortan los sobrantes. La agilidad con que se mueve la chaveta es directamente proporcional a los años de experiencia de un torcedor. Es hora de colocar la hoja de cubierta. El habano toma entonces esa forma alisada, elegante, que es característica en él. Los ojos invitan a degustar.
Algunos defienden la idea que el verdadero secreto del tabaco cubano está en el arte de cosechar y secar la hoja. Otros opinan que el quid de la cuestión descansa en el torcido pues ahí se determina, a partir de la técnica y la combinación, el aroma, el tamaño y la fortaleza de cada pieza.
El habano es uno de los símbolos indiscutibles de Cuba, y el secreto de su cultivo procesado y forma de hacer un puro, es bastante resguardado. No secreto, pero tampoco de dominio público.
De manera general se reconoce que se emplean diferentes tipos de hojas: está la fortaleza uno o ligera, que permite una buena combustión, o sea, el paso correcto del aire a través de todo el tabaco, está la fortaleza dos que es más gruesa y seca, que es la que ayuda a encender el habano, el volado otorga el aroma, y al final la capa. La combinación de todas ellas determina el producto final, más o menos fuertes.
En las manos del torcedor descansa la responsabilidad de un buen o malo tabaco, dependiendo de que no tenga torceduras y que permita el paso del aire. Y mientras exista hoja, y este oficio devenido arte siga siendo manual, estarán aquellas personas que de sus dedos y manos nace uno de los símbolos más bellos de la cultura cubana: el habano.
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