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Angerona: historia de amor entre un alemán y una esclava negra

En el municipio de Artemisa, al sur de La Habana, en medio de la campiña cubana, se conservan las ruinas del viejo cafetal Angerona, cuyo dueño, un emigrante alemán venido de Brehmen, prosperó a costa del aromático grano, a principios del siglo XIX.


Este artículo es de hace 16 años

En el municipio de Artemisa, al sur de La Habana, en medio de la campiña cubana, se conservan las ruinas del viejo cafetal Angerona, cuyo dueño, un emigrante alemán venido de Brehmen, prosperó a costa del aromático grano, a principios del siglo XIX. Pero Cornelio Sausse, conocido como Sochay, nunca imaginó que la atracción por la piel negra con aromas y fragancias de perfumes franceses, lo llevarían a un inusitado e inolvidable amor.

Ursula Lambert, acaudalada y elegante haitiana, exiliada después de la rebelión esclava en ese país, fue quien le motivó para quedarse. A partir de su encuentro en las callejuelas de La Habana, sintieron una atracción mucho más fuerte que la rigidez moral y el racismo imperantes en aquella época. Este amor tuvo su momento cumbre en 1813, cuando Sochay, por un precio de 14 000 pesos, compró una finca a la que su adorada Úrsula nombraría Angerona, y que convirtió en un maravilloso imperio cafetalero haitiano-alemán.

Cuentan que este hombre hizo producir sus 538 hectáreas hasta sacarle 150 000 libras del preciado grano, siempre junto a su emprendedora pareja. Unos 450 esclavos gozaban de un trato preferencial, comparado con los desmanes que se cometían a otros similares traídos de África en aquella época. Sochay hizo construir una casa señorial de arquitectura ecléctica sobre una pequeña colina. Para dar la bienvenida, hizo colocar en la entrada, sobre un mínimo pedestal, la imagen latina de la diosa Angerona.

El cuidado de la siembra bajo el orden perfecto de Sochay y el toque femenino y armonioso de Úrsula, aseguraron una prosperidad cada vez más creciente a este lugar. Pero la muerte le jugó una mala pasada a los amantes. El 13 de julio de 1837, este alemán enamorado del café y de la tierra cubana abandonó para siempre a su "roble de olor". Ella llevó consigo, durante los siguientes 23 años que vivió, el dolor de la pérdida.

Entonces la caña de azúcar sentó pautas como monocultivo y comenzó a ganar terreno en la incipiente economía de la Isla, desplazando al café. La implacable fuerza del tiempo y el olvido comenzaron a adueñarse de cada rincón de Angerona y con ello, comenzaron a apagarse los ecos y remembranzas del intenso amor entre Sochay y Úrsula. El 6 de junio de 1989, la Comisión Nacional de Patrimonio declaró a esta joya monumento nacional, por su valor histórico, cultural y arquitectónico.

Al museo municipal de Artemisa, localidad donde se encuentran las ruinas de este cafetal del siglo XIX, le fue encargada su custodia y restauración. Y Angerona, la diosa romana con su figura delicadamente esculpida sobre mármol blanco de Carrara, celosa guardiana de viejas columnas, paredes y romances, cuida cual sagrado templo una leyenda de amor con aroma de café. En el 2005 fue estrenado el filme Roble de olor, basado en esta historia, con Jorge Perugorría en el papel de Sochay.

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