Cuentan que allá por la década de los sesenta uno de los más grandes talentos de la música bailable cubana, primero de varias generaciones que le pusieron voz al son y la salsa, Pacho Alonso, popularizó un sabroso ritmo que tomaba como referencia una de las más arraigadas y ancestrales tradiciones de Cuba, el café.
En su calidad de género musical tan contagioso como autóctono, el Pilón –así se le llamó y no debe confundirse con el pilón vallenato de Colombia- nace casi por sí solo y de forma instintiva cuando se imita el movimiento espontáneo de los moledores del preciado grano al utilizar el gran tronco ahuecado homónimo, donde solía triturarse el café tostado en la campiña cubana.
La idea de explorar esta novedosa sonoridad la tuvo en principio Enrique Bonne Castillo, amigo de la infancia de Alonso y compositor santiaguero de renombre que logró traducir los golpes acompasados de los piladores cafetaleros al pentagrama de la nación.
A Bonne también se le conocen y admiran otras piezas musicales pertenecientes a los más disímiles géneros, como los danzones Confidencial y Granito de arena, los chachachá Italian Boy y Chachachá de la reina; las guarachas Que me digan feo, A cualquiera se le muere un tío y No quiero piedras en mi camino.
Fue en 1961 cuando Bonne funda la agrupación de percusionistas Tambores de Oriente, donde incursionó con congas, tumbadoras, requintos, catás, campanas, chekerés y la corneta china; las posibilidades que le ofrecían entonces un sinnúmero de instrumentos de percusión parecían no tener límites. En la búsqueda de un nuevo lenguaje donde desdoblar estos sonidos encuentra el famoso Pilón.
Pero el descubrimiento del nuevo ritmo en el compás del pilón guajiro no inspiró únicamente el género instrumental, sino que trascendió además a expresiones danzarias únicas que acompañaron desde el primer momento a esta sonoridad y que, aunque no clasifican como folklóricas, representan hasta nuestros días de lo mejor del abanico cultural de la isla y del Caribe.
El baile, como nació en sus inicios, se ejecuta imitando el acto de pilonar los granos de café, y al sonido de las baquetas en la paila un pie se dejaba caer hacia atrás, volviéndose a retomar de nuevo desde el principio. Aunque pudiera parecer iterativo en teoría, a partir del paso básico se incluyen movimientos de cintura, hombros y pies, al estilo de otros géneros como el son, el mambo o el cha cha chá.
Según el Diccionario Enciclopédico de la Música, publicado por el Instituto Cubano de la Música, la primera obra que se grabó con el ritmo pilón fue “Baila José Ramón”, en 1964, de Bonne; pero fue Pacho Alonso el que colocó el ritmo en los medios masivos con “Rico pilón” y “El Upa Upa”, y lo llevó además a los famosos Carnavales de La Habana en 1965, desde donde cobró una popularidad tremenda.
En la composición del Pilón confluyen varios elementos rítmicos, en la que el piano imita la sonoridad del Órgano Oriental, en la paila se da el golpe —que en el timbal ya venía lo haciendo desde los 40 el timbalero de la orquesta Chepín- Chovén, El Chino Pichón— como si estuviera pilando el café, en tanto las tumbadoras y el contrabajo hacen algo similar.
Actualmente la producción de fonogramas con este pegajoso sonido ha disminuido hasta casi limitarse a interpretaciones esporádicas de grupos de pequeños formatos dedicados a la música tradicional cubana. Sin embargo, jóvenes músicos como William Vivanco lo han retomado y versionado en exquisitas piezas como “Pilón” que reza así: “Me interesa tu aderezo, por eso te traigo pilón, para que aprendas la vuelta que da…”
Imagen de portada tomada de: www.mp3tunes.tk
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en: