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Cuba vista desde fuera: reacciones y posturas

Los cubanos, tanto si residimos en la Isla como si lo hacemos fuera de ella, nos encontramos a menudo con extranjeros que quieren saber más de Cuba.


Este artículo es de hace 8 años

Es normal, justificado y esperable que cuando dos personas de procedencias diferentes se encuentren se interesen por lo típico, exclusivo o propio de su interlocutor. Aunque los pueblos, las culturas y las idiosincrasias tienen puntos de vista y rasgos comunes que hacen podamos comunicarnos y compartir, también tienen sus particularidades que los distinguen y los hacen interesantes ante los ojos ajenos. En ocasiones, la diferencia y el alejamiento pueden llevar al miedo, el rechazo y la exclusión pero no es eso de lo que pretendemos hablar en esta ocasión, sino precisamente de las conductas de curiosidad con respecto al otro.

Los cubanos, tanto si residimos en la Isla como si lo hacemos fuera de ella, nos encontramos a menudo con extranjeros que quieren saber más de Cuba. Como todos nos enfrentamos tanto a lo nuevo como a lo conocido con nuestra particular carga de tópicos, mitos, prejuicios y preconceptos; los cubanos, cuando tenemos que 'explicar Cuba' debemos hacerlo a través de esa gran madeja de construcciones que desde la alteridad se considera son Cuba y los cubanos.

Aunque hay muchas más, suelo distinguir tres posturas bastante extendidas: por una parte, el genuino interés que conlleva -dependiendo de las personalidades de cada quien- una ráfaga de preguntas y una necesidad de completar los vacíos que el no contacto previo con la realidad cubana implican, por otra parte, está el asombro, justificado bien por la propia desinformación o falta de experiencias de primera mano o consecuencia bien, de pre-juicios, tópicos, demonizaciones o idealizaciones y percibo, por último, un grupo de personas que creyéndose conocedoras de la sociedad cubana, aún de sus complejidades y singularidades, se colocan en posición de establecer juicios sobre ella, y en tal sentido aleccionan y 'alfabetizan' a los que consideran equivocados.

Algunas de las preguntas que suelen hacer quienes no conocen, pero les interesa, Cuba son: ¿está vivo o no Fidel? ¿Cuándo es que va a morirse? ¿Le queda mucho tiempo a los Castros en el poder? ¿Cómo está la situación en Cuba, mejora o no? Si coincide el encuentro con alguna noticia sobre Cuba en los medios, el interés por el punto de vista personal o la apelación al posicionamiento aparecen: ¿qué crees de lo que está haciendo Obama? ¿Será algo efectivamente bueno para los cubanos? ¿Qué te parece que Raúl se haya reunido con El Papa? Por supuesto, aquí entra la más variopinta gama de preguntas personales: ¿cómo saliste de Cuba? ¿regresarías a vivir allí? ¿tienes familia? ¿y ellos no tienen problemas porque vivas acá? ¿puedes ir de visita con frecuencia?

Aunque el asombro puede estar presente en el primer conjunto de personas, las segundas a las que me refiero son las que en vez de interrogar se sorprenden de que: en Cuba no todos sean negros, de que en Cuba no todos sean cultos o iletrados, de que no todo el mundo esté a favor del gobierno o en contra, de que muchos cubanos no coman res desde hace décadas, de que los hospitales y la infraestructura en los servicios sanitarios no sean tan óptimos como se vende, de que todo control pase o termine en el gobierno, de que existan dos monedas y los salarios no siempre se cobren en la misma y de otras muchas tantas cosas que son exclusivas de la Isla caribeña.

El último grupo suele ser el más irritante y tozudo, porque los otros dos primeros, en algún u otro sentido están abiertos a que el feedback con el nativo interlocutor o el propio contacto con el contexto modifiquen sus conocimientos y percepciones previos. Este último grupo, desoye testimonios, se desentiende de evidencias de la realidad y refuta puntos de vista de quien no los comparta, aunque sea un propio cubano. Como en los otros dos conjuntos, en este también pesa el que se esté a favor del régimen o en contra.

Desde irresponsables posturas pseudo progresistas o de izquierdistas oportunistas existen muchas personas que están seguras de que en Cuba todo marcha bien, de que es el mejor sistema posible y de que las personas deberían sentirse dichosas por haber nacido en tierra tan fértil, de hombres tan pródigos y gobierno tan justo. Los otros,llenos de un profundo anticastrismo y un extremo conservadurismo, que a veces termina confundiéndose con anticubanismo, no toleran ni el más nimio de los halagos con respecto a cualquier cosa que funcione o exista en la Isla, no les interesa otra postura más que la crítica ni más interlocutor que los opositores.

Para ambos subconjuntos hay un único camino posible y una única manera de ver la realidad cubana: o bien Cuba y su gobierno son los óptimos sobre la faz de la tierra y sus ciudadanos, por obligación, los más plenos y realizados, o, por el contrario, Cuba y su gobierno son deleznables y quienes así no lo reconozcan son serviles promotores de dictaduras, represiones y merecen, por tanto, todas las desgracias y penurias que padecen. Con ninguno suele funcionar el diálogo porque no buscan poner a prueba sus juicios, sino aprobación y sustento de los mismos.

Sin embargo, ni las inquisidoras preguntas, ni los (des)atinados asombros, ni las posturas de superioridad aleccionadoras dejan tanto mal sabor de boca en un cubano como la impotencia que siente cuando quiere explicar la realidad cubana, cuando quiere condensar en ejemplos, argumentos y descripciones las vivencias de una sociedad diferente y compleja. No caer en estereotipos o refutarlos, complejizar lo simplificado o simplificar lo oscurecido, afirmar o negar, contar Cuba y quedarse a gusto con la imagen contada es casi más dificultoso que soportar o disfrutar a algún que otro de estos interlocutores curiosos.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.