La historia de los cubanos por los cielos de este país y el resto del mundo comienza en la primera década del siglo XX, como de costumbre, persiguiendo la vanguardia, pocos años después de los primeros en el mundo.
Normal en todo lo que empieza, siempre hubo algunos primeros intentos fallidos. Pero ya el 2 de enero de 1912, tendría este país su primer aviador, Agustín Parlá Orduña, quién solo pocos meses después podría ya ser llamado piloto, al graduarse de la Escuela Curtiss de Miami, Florida. A este le siguió Domingo Rosillo del Toro, quien se graduara en París, en octubre del propio año.
Estos primeros valientes, el 19 de mayo de 1913, protagonizaron lo que se conocería como El vuelo de los Audaces, que consistió en planear, por primera vez, el estrecho de la Florida. Fue una inolvidable competición que Rosillo se anotaría a su principiante carrera, como el primer vuelo internacional de la aviación en Latinoamérica. Además estableció récord mundial de distancia, al pilotar desde Cayo Hueso hasta La Habana en un tiempo de 2 horas y 40 minutos. La anterior marca la poseía, nada menos que el francés Luis Bleriot.
Claro que el otro competidor, también tendría su mérito. Mientras Rosillo viajó amparado por buques, Parlá prefirió hacerlo solo y sin brújula.
A modo de curiosidad, valga decir que al año siguiente, Jaime González se apuntaría el primer accidente de la aviación cubana, al acabar contra un poste eléctrico tratando de aterrizar en Cienfuegos.
Finalizando la década de los años veinte, Cuba se contaba entre los países que llevaban la delantera en la nueva experiencia aeronáutica. Entonces existían cuatro compañías aéreas en la isla, entre ellas Cubana de Aviación Curtiss s.a, que sobreviviría la crisis político-económica de los anos treinta, cuando fue comprada por la ya potente Pan American, que la rebautizara como Compañía Cubana de Aviación S.A.
Durante las décadas de los 50 y 60, Cubana ocuparía espacio en el sitial de honor de la aviación internacional, dado el conocimiento y la destreza adquirida por sus tripulaciones y personal técnico. Por aquel entonces, integraban su flota, aviones como los Viscount y Super Viscounts, Bristol Brittania 318, DC-4 y Super G Constellation. Ejemplo de tal abnegado empeño, fue el premio del Consejo Interamericano de Seguridad, que le fuera otorgado en 1959, por no haber tenido accidentes desde su fundación hacía 30 años.
En la década de los sesenta, la URSS aporta a la flota de Cubana de Aviación sus más novedosas naves, algunas de las cuales, como son el AN-24, el YAK-42 y el IL-62, aún resisten la explotación en el servicio nacional e internacional.
Con la desaparición de la URSS, al reorientarse la política económica del país, el Instituto Cubano de Aeronáutica Civil ha tenido que buscar alternativas, como el arrendamiento de aeronaves a compañías de otros países, entre ellas AOM-Francia, TACA-Costa Rica, etc. Y de esta forma, aunque ya no tan a la vanguardia tecnológicamente, lucha por mantenerse volando a gran cantidad de importantes destinos en todo el mundo, de la mejor forma posible.
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