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Diez personajes que no pueden faltar en una reunión en Cuba

La reunión es una especie de puesta en escena que— teatro al fin— no puede prescindir de ciertos personajes.

Correos.cu
Reunión en Cuba Foto © Correos.cu

Este artículo es de hace 5 años

La reunión en Cuba se ha convertido en una desgracia endémica, comparable solo con ETECSA y con algunas cepas del dengue…

En nada se parece ya a un fructífero encuentro de trabajo o a un al debido protocolo. Es, en cambio, una especie de puesta en escena que— teatro al fin— no puede prescindir de ciertos personajes.

Ellos han hecho de la reunión laboral la tercera situación menos deseada por el trabajador cubano contemporáneo, justo después de los Domingos de la Defensa y los Trabajos Voluntarios.

Y si el panorama que sigue te inspira el recuerdo amargo, no te estreses, prometemos reunirnos y redactar 5 justificaciones perfectas para escapar de una reunión en Cuba.

El jefe. Es el único que cree que la reunión es importante, sobre todo porque en ella radica el sentido único de su función profesional.

El tracatán del Partido. Es el que empieza todas sus intervenciones con la muletilla “como Partido, pienso que…”, o bien “El deber del militante es…”. Cuando el tracatán habla y exige más sacrificio, el resto pierde la humanidad e imagina las más horrendas escenas de torturas medievales.

El infeliz del sindicato. Es el que respira por la boca. Carece de las habilidades básicas incluso para quitarse de arriba la salación del sindicato. Anda siempre pidiendo dinero con un puñado de menudo en la mano y billetes de a peso dentro de un nylon, y organizando actividades a las que nadie quiere asistir.

El poeta comecandela. Desde que empieza la reunión está con la cabecita erguida pidiendo a gritos la palabra, y cuando se la dan porque no queda otro remedio, la transforma en poesía… El poeta recita su muela en décimas y luego espera el aplauso del auditorio que, agobiado por las muelas menos líricas del jefe y del tracatán, suele agradecer el momento cultural.

Yoerky Sánchez, joven cubano conocido como "El Poeta de las Tribunas". Foto: Granma

El maestro del circunloquio. Es el que comienza recordando “aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” y etc., etc., etc…, hasta terminar, 50 minutos más tarde, diciendo que sí, que está de acuerdo. Además de la longitud de su discurso, lo distinguen la voz engolada (porque le encanta escucharse a sí mismo), las pausas desesperantes y el uso de chistes viejos intercalados a la cañona.

El pescador. Es el que se duerme y empieza a cabecear a los pocos segundos, aunque a su alrededor haya una guerra mundial para elegir el beneficiario de un Panda o de un ticket para comprar helado. El pescador suele culpar al horario por su conducta, porque por la mañana es temprano, por la tarde ya es tarde, y al mediodía está acabado de almorzar.

El autista. Se sienta en la última fila y entra en modo zen, clavando la vista en un punto fijo del espacio etéreo. Parece atento, pero en su cabeza suena un paisaje de playa tropical con olas, brisas, palmeras y gaviotas.

El monotemático. Siempre encuentra la analogía entre el tema de la reunión y su tema preferido, aunque la reunión sea sobre el culo y a él le guste hablar de la llovizna. Cuando el monotemático pide la palabra los demás retuercen los ojos y ruegan a Dios que lo libre pronto de su agonía.

El saboteador. Interviene por oportunismo y fuerza el cierre de los temas, introduciendo frases delicadas pero rotundas como “no nos desgastemos más en eso, por favor”, o “Mejor pasamos ya al siguiente punto”. El saboteador es también el responsable de cuanto ruido extraño se escuche, como tos, bostezos, carraspeos, aplausos antes de tiempo y freidera de huevos.

La secretaria de acta. Es la que lleva espejuelos y se sienta al lado del jefe. Es también la única que sonríe porque no va a participar, sino a copiar. Puede ser del tipo tediosa o creativa. La tediosa chilla “espárate, espérate” o “ay hablen suave caballero” mientras dibuja las letras en el papel. Y la creativa— menos dependiente del entorno—, inventa lo que han dicho los demás o escribe directamente lo que le va susurrando el jefe…

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