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El Saint Louis: los refugiados judíos que Cuba rechazó

Entre las memorias del Holocausto de los judíos Cuba tiene garantizado el desdichado puesto de haber participado en uno de los episodios más bochornosos en la historia de estos refugiados durante los años de la Segunda Guerra Mundial.


Este artículo es de hace 8 años

Entre las memorias del Holocausto de los judíos Cuba tiene garantizado el desdichado puesto de haber participado en uno de los episodios más bochornosos en la historia de estos refugiados durante los años de la Segunda Guerra Mundial.

Los sucesos acontecidos con los pasajeros del buque SS ST. LOUIS, a bordo del cual 937 judíos, entre ellos 158 niños, esperaban encontrar refugio en la Isla de Cuba para salvar sus vidas no son contenido de los libros de texto en las escuelas cubanas, como tampoco han formado parte de ningún monumento u homenaje con el que se rinda tributo y se pidan disculpas a las víctimas de aquella fatídica odisea. Apenas, una pequeña reproducción de un óleo del pintor cubano Victor Manuel (“Saint Louis”, en 1939) en una de las paredes del Hotel Raquel, situado en La Habana Vieja recuerda al turista que conozca la historia, los dramáticos sucesos.

Había 158 niños entre los refugiados judíos

Corrían los años más duros de la persecución nazi cuando se hizo público que el Gobierno cubano facilitaría, a través de una agencia en Berlín, la venta de visados a los judíos que quisieran viajar a la isla en condición de turistas . A su vez, el destino de la mayoría de los pasajeros sería Estados Unidos, país que también les otorgó visados, y solo permanecerían en Cuba hasta que pudieran entrar en dicho país. A pesar de que estaba cantado que aquel sería un viaje infortunado, pues se trataba de una estratagema del régimen nazi para demostrar que los judíos podían emigrar libremente, sabiendo que los países de destino rechazarían su entrada, todos los que pudieron compraron los permisos oficiales (visas, certificados de desembarco), despojándose de sus bienes, pues el precio del pasaje ascendía a 150 dólares por persona, además de los 230 reichmarks adicionales que se les obligó a pagar en caso de que el barco tuviera que regresar.

Apenas, una pequeña reproducción de un óleo del pintor cubano Victor Manuel (“Saint Louis”, en 1939) en una de las paredes del Hotel Raquel, situado en La Habana Vieja recuerda al turista que conozca la historia, los dramáticos sucesos.

Y así el 13 de mayo de 1939, el transatlántico alemán "St. Louis" partió desde Hamburgo (Alemania) hacia La Habana con 937 almas judías, felices de escapar del fascismo, que ignoraban serían víctimas de la componenda que el Presidente cubano de turno Federico Laredo Bru y los miembros de su gabinete maquinarían, empujados por la lacra de la corrupción de la época y presionados por el Gobierno de los Estados Unidos, de quienes eran sus más serviles vasallos.

El SS St. Louis frente al Malecón Habanero

Muy pronto se sabría que la venta de los permisos de viaje concedidos por la agencia cubana radicada en Berlín formaba parte de un negocio montado por el senador y excoronel del ejército Manuel Benítez, que, gracias a la cercanía de su hijo con el poderoso general Batista, detentaba por ese entonces el cargo de director de Inmigración. A través de su agencia de viaje llegó a vender unos cuatro mil permisos de entrada en Cuba a 150 pesos cada uno, lo que le generó la fabulosa ganancia de 600 000 pesos de la época, una plata con la cual debió mojarse mucha gente, quizás hasta el mismo Batista (...) Movido por las presiones de algunos de sus ministros (Bru) pretendió mostrar su fortaleza ante el poder de Batista pero (...) también se dispuso a obtener una tajada en el pastel. El primer gesto presidencial fue aprobar un decreto mediante el cual cada refugiado que pretendiese llegar a Cuba debía aportar 500 pesos para demostrar que no sería una carga pública. Y cuando ya los permisos (...) y los pasajes estaban vendidos, dictó otra ley con la cual invalidaba las visas de turistas dadas con anterioridad, y a través de la cual exigía a los pasajeros el pago de casi medio millón de dólares al gobierno cubano para permitir su ingreso en la isla en calidad de refugiados. (1)

Con ese panorama de fondo, arribó al puerto de La Habana el Saint Luis el sábado 27 de mayo generando una gran atención mediática que convirtió la zona del puerto en un ir y venir de periodistas y curiosos. Los miles de judíos radicados en La Habana, tuvieran o no familiares en el barco, habían acampado en los muelles (..) En las aceras, portales, comercios, se habían montado puestos de venta de comida (...) y periódicos con las penúltimas noticias sobre las transacciones que determinarían si los pasajeros se quedaban o se iban(...) El más lucrativo de los negocios, sin duda, era el alquiler de botes a bordo de los cuales las personas con familiares en el trasatlántico se aproximaban al buque todo cuanto les permitía el cordón formado por las lanchas de la policía y la marina, para desde allí ver a sus parientes y, si sus voces llegaban, transmitirles algún mensaje de aliento. (2)

El más lucrativo de los negocios, sin duda, era el alquiler de botes a bordo de los cuales las personas con familiares en el trasatlántico se aproximaban al buque todo cuanto les permitía.

Durante los 6 días que permaneció el buque en La Habana solo se permitió el desembarco de 28 pasajeros. Seis de ellos no eran judíos (4 españoles y 2 cubanos). Los restantes 22 pasajeros disponían de documentos de entrada válidos. Otro pasajero terminó en el hospital de La Habana tras un intento de suicidio.

Por cada día que pasaba el Sant Luis en la bahía la situación se iba tornando más difícil y las esperanzas de encontrar una solución se iban desvaneciendo. Para rematar, el partido nazi cubano alentado por varios periódicos locales así como por la xenofobia y la propaganda antisemita proveniente de la propia Alemania y de organizaciones que simpatizaban con el régimen franquista, organizó una manifestación que logró reunir a 40 000 personas que descargaron su odio contra los refugiados y su posible acogida.

En los días sucesivos a la llegada del Saint Luis en representación de sus pasajeros, el Comité para la Distribución de los Refugiados nombró a un abogado que se reunió con el presidente Bru con el fin de negociar su desembarco, pero después de tantas tensiones y presionado por el Departamento de Estado norteamericano, que pidió a La Habana que se les negara el derecho de asilo con el pretexto de que las cuotas para los potenciales emigrantes provenientes de Europa Central estaban ya cubiertas en los Estados Unidos, Bru hizo pública la decisión el 1 de Junio de que no habría más tratos con dicho Comité y que el buque tendría que abandonar las aguas cubanas, para lo que le concedió una prórroga de estancia en el puerto con el fin de que se reabasteciera y emprendiera su viaje de regreso a Europa.

Para rematar, el partido nazi cubano organizó una manifestación que logró reunir a 40 000 personas que descargaron su odio contra los refugiados y su posible acogida.

En la mañana del 2 de Junio, rodeado por nuevas lanchas militares que escoltaron al transatlántico en su retirada de la bahía habanera, y ante los ojos de más de 50 mil personas que se agolpaban en el muelle, el Saint Luis puso rumbo a Florida en un intento desesperado por encontrar un nuevo destino a los exhaustos pasajeros que ya comenzaban a presagiar su desafortunado final. Ante el nuevo permiso de asilo solicitado a las autoridades estadounidenses, el presidente Roosvelt, quien intentó acoger a una parte de los pasajeros, encontró la oposición del secretario de estado y de los demócratas del Sur que se lo impidieron esgrimiendo nuevamente la imposibilidad de alterar las cuotas que ya se habían consumido con refugiados en arribos anteriores.

Un día después del rechazo norteamericano, el 5 de Junio, el capitán del buque Gustav Schroder intentó que los acogiera Canadá y, ante la nueva negativa y la compleja situación que se vivía a bordo con la escasez de alimentos y los intentos de suicidios entre los pasajeros, emprendió el viaje de regreso a Europa.

Telegrama de súplica de los refugiados al presidente de los EEUU

Finalmente, varios países europeos aceptaron en pequeñas cuotas a los refugiados del buque: Francia, los Países Bajos , Bélgica y el Reino Unido. El 10 de junio, el capitán recibió un telegrama en que se le comunicaba que podía atracar en Bélgica. Sobre el destino final de los pasajeros del Saint Luis se baraja que la cifra de muertos, víctimas del exterminio en campos de concentración o en centros de ejecución a los que fueron deportados, puede haber sido de 254. Otros sobrevivieron y han dejado sus testimonios que varias organizaciones como el Museo de la Memoria del Holocausto de Washington D.C. , o La Enciclopedia del Holocausto protegen para que la insensibilidad, el olvido y la ignorancia no se ceben nuevamente con las víctimas de este horrible suceso cuyos destinos los cubanos pudimos haber cambiado.

(1) (2) Pasajes tomados de la novela Herejes : Leonardo Padura, Tusquets Editores,

Fuentes:

  • El drama del buque Saint Louis en La Habana (mayo de 1939): una página vergonzosa en la historia de EE.UU. y de la Cuba de entonces . Michel PORCHERON.
  • EL VIAJE DEL ST. LOUIS: Enciclopedia del holocausto.
  • Los niños judíos que Cuba no protegió: Rodolfo R. Bofill Phinney.

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