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Enrico Caruso también estuvo en Cuba

El considerado por muchos mejor tenor de todos los tiempos, estuvo en Cuba a principios de la centuria pasada. Presentaciones, halagos y hasta una bomba puesta durante una actuación son algunas de las anécdotas de su estancia en la mayor de las Antillas.


Este artículo es de hace 8 años

En días como los que corren, en que algunos famosos del momento eligen a Cuba como lugar de vacaciones o para los negocios, conviene recordar que aunque la coyuntura histórica es diferente, esta supuesta moda de Cuba es mucho más vieja que los recientes cambios en sus relaciones con Estados Unidos.

Cuba, y en especial La Habana, han sido desde hace mucho tiempo escenario y destino de muchos famosos o personalidades de las más disímiles esferas de desarrollo.

Enrico Caruso, considerado por muchos el mejor tenor de todos los tiempos, estuvo en la capital cubana a principios del siglo pasado. Corría el año 1920, cuando en plena danza de los millones y en una época floreciente de su capital, los fervientes admiradores de la ópera pudieron disfrutar de las actuaciones del tenor italiano.

Contratado por el empresario Adolfo Bracale para nueve presentaciones en el Teatro Nacional de Cuba, Caruso arriba un 5 de mayo de 1920 a La Habana, a bordo del vapor Miami. Por sus actuaciones recibió 90.000 pesos, cantidad desorbitada y única para la historia del teatro y escenarios cubanos de la época. Junto a él viajaban también, el director musical Salvatore Bucito, su secretario Bruno Zirato, su valet Mario Fantini, el barítono Ricardo Strachiar, la soprano María Barrientos, entre otros.

Un representante de Presidente de la República, la contralto Gabriella Benzanzoni, el propio Bracale, y gran parte de los italianos residentes en La Habana, le hicieron el formal recibimiento a la par que la Banda Municipal habanera entonaba el aria “Vesti la giubba” de la ópera Pagliacci, la preferida de Caruso, según relatan historiadores.

Siete días después de haber llegado a la isla y tras haberse reunido con lo más selecto de la sociedad, Caruso hizo su debut en el Teatro Nacional con la opera Martha. Era el 12 de mayo de 1920 cuando los amantes del género en Cuba fueron entregado público de uno de los más famosos cantantes de la pasada centuria. La Habana toda se rindió a sus pies, se convirtió en tema de conversación de la más alta aristocracia y la compra de una entrada para verlo actuar llenaba de colas los alrededores del teatro. La capacidad del teatro no era suficiente para los muchos admiradores que querían hacerse de su butaca, fuera en la mejor de las localidades o en el gallinero. Elixir de Amor, Tosca, Los Payasos y Carmen conformaron el resto del repertorio preparado para el público cubano.

Sin embargo, no fueron precisamente la calidad de su voz, las majestuosas puestas en escena ni sus lucidas vestimentas las que pusieron la nota anecdótica de su estancia en La Habana. Cuentan testimonios de la época que el 13 de mayo, un día después del estreno y en pleno segundo acto de la ópera Aida de Verdi, se produjo la explosión de una bomba en el último piso del teatro que provocó el pánico y la estampida de los asistentes y actores.

El suceso, irónico desacralizador de tan sublime puesta en escena, dejó seis heridos de gravedad, cientos leves, contusiones y daños materiales. Fue, además, el origen de las más variopintas y pintorescas anécdotas de cómo el cantante había abandonado el lugar: si vestido de Radamés corriendo por la calle, si en el coche de una amiga o si motivado por el empresario Bracale que quiso alejarlo del lugar y proteger a salvo a su estrella invitada. Hay hasta quienes dicen que un policía, desconocedor de los atavíos típicos de la ópera, al ver a Caruso vestido de Radamés lo detuvo por supuesta alteración del orden.

Lo cierto es que esa fue su última actuación en La Habana. El 15 de junio puso rumbo a Santa Clara, el 17 cantó en el Teatro de la Caridad, el 19 en el Terry de Cienfuegos y el día 20 retornó a La Habana. Dejó Cuba un miércoles 23 de junio, llevando consigo la gloria, la devoción de un entregado público y un gran susto para contar.

Un año después de haber abandonado la ciudad del cañonazo Caruso falleció a causa de una peluritis. Tenía 48 años, una fértil carrera en ascenso, una singular voz y maestría al cantar, y el mérito de haber sido el primer vocalista de la historia en realizar grabaciones sonoras de canciones.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.