La medicina cubana empezó a florecer en el siglo XVIII con figuras tan importantes como el sabio Dr. Tomás Romay y Chacón, que ya a finales de ese siglo era un célebre profesional e introdujo más tarde la vacunación antivariólica en el país. En esta época los jóvenes cubanos disponían de algunas opciones si querían estudiar esta ciencia, podían ir a España a estudiar en algunas de sus universidades prestigiosas o viajaban a México, país al que durante muchos años acudieron muchos de nuestros más aventajados estudiantes, no solo de medicina, sino también de filosofía, teología, derecho, etc.
En 1728, con autorización del Vaticano, abrió sus puertas la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana, en el convento de San Juan de Letrán, que pertenecía a la orden de los padres dominicos o de los predicadores, a los que se les dio también el manejo de la universidad.
Fue a partir de este año en que comienzan a estudiar en Cuba la carrera de medicina, aunque desde 1726 ya se impartían algunas lecciones de anatomía.
No obstante, bien por costumbre o por las limitaciones de la enseñanza un importante número de estudiantes cubanos seguían prefiriendo las universidades extranjeras para realizar los estudios de medicina, marchaban a París muchos de ellos, lo que produjo una tradición que continuó hasta principios del siglo XX.
La relación y el prestigio de los estudiantes cubanos graduados en París es grande, baste nombar a Angel Cowley, Juan Santos Fernández, Joaquín Albarrán verdaderas personalidades de la medicina cubana e internacional que llegaron incluso a fundar revistas científico-medicas y que constituyeron posteriormente, los grandes fundadores de la tradición médica y docente en Cuba a lo largo del siglo XX.
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