APP GRATIS

Hurón Azul, el paraje singular que cobijó a un enigmático artista.

El 20 de octubre del 2000, Día de la Cultura Cubana, con su carga de secretos, su erotismo, sus alientos escondidos y su cubanía, el Hurón Azul fue declarado Monumento Nacional


Este artículo es de hace 15 años

En Párraga, una de las localidades periféricas del sur de La Habana, se encuentra ubicada la Casa Museo “Hurón Azul”, bautizada así por quien fuera su morador más trascendental, el pintor cubano Carlos Enríquez.

Su vida fue objeto del departir popular, y en este ocupó un sitial protagónico su natural morada, que él mismo creara a su forma de expresar, plena de ficción. Esta peculiar vivienda de madera fue construida entre los años 1938 y 39,  en un terreno que comprara con el fruto de una herencia paterna.

La idea  de su pensador fue construir una casa al estilo de una estación de trenes de Pennsylvania, Estados Unidos. Él mismo la fue edificando poco a poco, con materiales obtenidos en un rastro. Igual le fue incorporando elementos de la arquitectura colonial cubana, creando una rara armonía. Así le fue adicionando vitrales, cristales y tejas, que le fueron aportando una singular armonía al conjunto. Una reja de modo colonial terminada por una cobertura a dos aguas de tejas rojas criollas da entrada a la vivienda; un lugar no muy amplio, apenas de tres grandes habitaciones a las que se accede después de pasar la puerta azul de madera, en la que colgó la piel del hurón pintada de azul. Sobre la puerta puede verse una cábala de bienvenida en la que dice: “Bóveda celeste”, mientras Urano, Marte y Júpiter vislumbran al  recién llegado con una risa irónica.

En aquel retirado espacio azul, creó Carlos Enríquez la mayor parte de su obra pictórica y literaria, allí amó intensamente y compartió, en recordadas tertulias, con la élite de la intelectualidad cubana.

Cuentan que uno de los primeros días de 1939, cuando fue a vivir a su nuevo refugio, cogió una piel de hurón y la pintó de azul, hecho por el cual quedara bautizada  aquella residencia que desde 1987 fue convertida en museo.

Allí estuvieron muchas de las damas embrujadas por los encantos de este sencillo seductor. Una de ellas, de origen francés, llamada Eva, quien vino de Paris con un conocido escritor cubano ya fallecido, fue uno de sus mayores idilios. Eva quedó plasmada, desnuda, en una puerta de zinc que lleva al baño de la vivienda.

En los altos de la casa de ubica su estudio, buscando aún más tranquilidad y retiro del que ya existía en aquel remoto paraje. Una escalera de madera lleva al estudio. En ella brotan las huellas de unos pies, posiblemente los del propio pintor.

Aquella era una edificación muy práctica y sin grandes lujos. Solo se destacan un medio punto, una chimenea y grandes ventanales hacia el norte.

Quienes pasaban por allí, recuerdan un entra y sale constante de reconocidas personalidades de nuestra cultura que acudían a visitar al pintor, con ya bien ganado prestigio universal. Allí se les recibía con el cubano ron y la comida criolla, para dar pie a interminables discusiones sobre los más disímiles temas del arte y la literatura.

El jardinero, que cuidaba de los árboles y flores que Carlos Enríquez plantó en su contexto, perfiló un camino con los fondos de las botellas acabadas en el transcurso de meses y años. Entre los nombres más próximos al pintor y escritor se encontraban los de Félix Pita Rodríguez, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, René Portocarrero, Agustín Guerra y Fidelio Ponce de León.

La biblioteca era fuente de luz para los amigos que le frecuentaban, pues se reunían en ella para compartir productivas charlas y libros entre los que predominaba la literatura más fresca, gran parte de ella proveniente de Europa, donde Carlos Enríquez vivió durante años, principalmente en París. Los estilos surrealistas y sus autores constituían parte de la compilación, pero también compartían el sitio los precursores de otras corrientes artísticas. Los jardines eran asimismo área apropiada para aquellas controversias privilegiadas por la intimidad de la noche.

Un vitral puesto al fondo de la cocina-comedor multiplica los juegos de colores, luces y sombras que se escurren sobre un mural de contexto tropical que comprende el conjunto de una pared.

En la sala inaugural del actual museo se muestran algunas de las 139 obras pictóricas en exposición, conjuntamente con parte de su rica biblioteca. En la segunda sobresale su obra literaria, entre ellos el cuento La Fuga y la novela Tilín García, también esbozos sobre los viajes que efectuó, y escritos que precisan sus términos pictóricos. En la tercera sala de la planta baja se presentan varios objetos personales. En la planta superior se acumula una panorámica de los disímiles temas y períodos de la faena artística de Carlos Enríquez, entre las que se acentúan el Autorretrato, Herrería, Rincón, y Retrato de Nena.

El Hurón Azul fue restaurado tratando de resguardar la intimidad y la preocupación espiritual del artista, quien falleciera el 2 de mayo de 1957. El 20 de octubre del 2000, Día de la Cultura Cubana, con su carga de secretos, su erotismo, sus alientos escondidos y su cubanía, fue declarado Monumento Nacional.

¿Qué opinas?

COMENTAR

Archivado en:

Últimas noticias:

Últimos vídeos:


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

 +1 786 3965 689