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La calle G o Avenida de los Presidentes

Corre entre el litoral y la Avenida de Carlos III muestra uno de los recorridos más espléndidos de La Habana contemporánea y aunque su nombre oficial es Avenida de los Presidentes, los capitalinos y en general los cubanos la llaman sencillamente “G”.


Este artículo es de hace 14 años

Durante muchos años El Vedado fue, y de ahí su nombre, un terreno vedado. Por considerarse esta zona propicia para el avance de corsarios y piratas que pudieran desembarcar por esta área de la costa habanera, se prohibía talar árboles, abrir caminos, criar ganado, sembrar y sobre todo residir. Esta prohibición perdió efectividad a partir de 1858 en que discretamente comenzó la parcelación primero, y luego la urbanización de la zona. Poco tiempo después se introdujo el uso de letras y números para identificar las calles.

Así por ejemplo la calle G, que corre entre el litoral y la Avenida de Carlos III muestra uno de los recorridos más espléndidos de La Habana contemporánea y aunque su nombre oficial es Avenida de los Presidentes, los capitalinos y en general los cubanos la llaman sencillamente “G”.

Entre los monumentos que en ella se encuentran está el Monumento al Mayor General José Miguel Gómez, a los mayores generales del Ejército Libertador Calixto García y José Miguel Gómez, los bustos de Bartolomé Masó y Abraham Lincoln, Salvador Allende y Omar Torrijos. De todos ellos, el primero en el tiempo es el dedicado a Don Tomás Estrada Palma, primer presidente de la República y del cual sólo quedan los zapatos en lo alto de un pedestal ubicado en el centro de una plazoleta rectangular.

En la actualidad y haciendo honor a su nombre oficial, Avenida de los Presidentes, la calle “G” exhibe vistosos nuevos monumentos como el dedicado al Benemérito de Las Américas, Benito Juárez, Simón Bolívar.

Hace ya varios años los jóvenes de la capital se han apropiado de la calle G, desde 27 hasta Línea. Caminan G arriba, G abajo, se sientan en la yerba, toman ron, dejan muchos desperdicios… Son muchos, se ven en la oscuridad como sombras que pasan, la mayoría con ropa negra, cientos de jóvenes en busca de diversión.

Utilizan los jardines de las casas circundantes para realizar sus necesidades fisiológicas, y al otro día los grupos de limpieza de la ciudad deben hacer su faena. No siempre son pacíficas estas reuniones, pues hay delincuentes que acechan a los jóvenes en los lugares oscuros y se aprovechan del estado en que se encuentran para robarles. Lo más exasperante para los vecinos que viven sobre esa linda avenida es el ruido ensordecedor que provocan. Van con guitarras, tambores y hasta gaitas, y comienzan su fiesta sin respetar el derecho que los ciudadanos tienen al descanso; parquean carros con música a todo volumen.

La causa de este fenómeno debe buscarse en la deteriorada situación económica actual ya que los lugares en los que podrían reunirse, como son las discotecas, clubs, etc., resultan demasiado caros para sus bolsillos. Es cierto que los jóvenes tienen derecho a divertirse pero a lo que no tienen derecho es a hacerles la vida miserable a las personas que viven en esa avenida y que esperan, con verdadero horror, la llegada de los viernes, sábados y domingos, que son las noches en que toman la calle por asalto.

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