
Este artículo es de hace 15 años
Ubicada al sur de la Plaza de Armas y a un costado del Palacio de los Capitanes Generales, va desde la bahía hasta la calle de Monserrate, donde hasta el derribo de las murallas, existió una puerta de entrada a la ciudad desde los barrios de extramuros.
Sus primeras edificaciones fueron bohíos de yaguas y guano, como todas las que formaron el primitivo núcleo urbano de la naciente villa, que luego fueron sustituidas por casas de rafas y tapias, cubiertas de tejas.
A lo largo de su existencia varias han sido las denominaciones que ha tenido esta calle. Sus nombres, 47 al igual que el de otras importantes arterias habaneras, nacieron del ingenio popular. Se llamó calle de San Juan, porque conducía al Convento de San Juan de Letrán, del Consulado, por establecerse en ella el edificio del Real Consulado de gricultura y Comercio; de los Plateros, por unos artesanos, en el año 1776 se le llamaba calle de su Señoría Ilustrísima, después del Obispado. En 1810 calle del señor Obispo y hasta hoy simplemente Obispo.
Se denominó calle del Obispo porque en ella vivió el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz (1694-1768), quien hizo de su andar por ella toda una costumbre. Tal vez el juicio más certero para desentrañar el origen de su designación como calle del Obispo o de los Obispos, lo aporta Fernández Santalices cuando expresa: «la razón más verosímil de estos últimos nombres es que en la esquina de Oficios estuvo la residencia de los obispos, por su cercanía a la Parroquial Mayor. El que estableció la residencia episcopal en esta casa fue el prelado Alfonso Enriquez de Almendariz (nombrado obispo de Cuba en 1610).
A lo largo del siglo XIX se convirtió en la más comercial de las calles citadinas, ganando gran popularidad y arraigo entre nacionales y extranjeros.
El 8 de febrero de 1897, el Ayuntamiento de la Habana tomó el acuerdo de cambiar su nombre por el de Weyler, en honor al sanguinario capitán general Valeriano Weyler y Nicolau, quien gobernaba la Isla por entonces, con su tristemente célebre Bando de Reconcentración. Muy pronto, al finalizar la dominación colonial española, la calle recuperaría su nombre en diciembre de 1898. El 27 de marzo de 1905, a propuesta del concejal Francisco Piñeiro, el Ayuntamiento habanero acuerda unánimemente llamarla Pi y Margall en honor al tribuno y republicano español que tantas simpatías demostró por la causa independentista cubana.
Aunque formalmente su nueva denominación estaría vigente por algo más de tres décadas, la tradición oral continuó llamándola por su nombre familiar «Obispo». Su legitimación definitiva tendría lugar en 1936, cuando el alcalde municipal Guillermo Belt logra restituir los nombres antiguos, tradicionales y populares de las viejas calles habaneras, mediante el Decreto-Ley No. 511, elaborado de acuerdo con un informe de Roig de Leuchsenring. De esta manera se adopta, como nombre oficial, su primitiva denominación: calle Obispo, la cual llega hasta nuestros días.
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