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La fachada de la Catedral de la Habana es una de las imágenes más universales de Cuba.

En 1767, Carlos III expulsó de España y todas sus posiciones a los funcionarios de la orden jesuitas. Tras este acontecimiento, la Parroquial Mayor, cambia su deteriorada sede hacia este lugar, que fuera terminado a expensas de Don José Felipe Trespalacios. Él fue el primer obispo de la Diócesis de la Habana, al crearse esta en 1788, y quien la convirtiera en Catedral, dedicada a la Santísima Inmaculada de la Concepción.


Este artículo es de hace 16 años
A pesar de la firme oposición del Procurador de la ciudad de la Habana a que se edificaran obras en la antigua Plaza de la Ciénaga, más fuerte resultó el interés del prelado Don Diego Avelino de Compostela de establecer allí una misión y colegio para los padres jesuitas. En 1700 la orden levantó allí una humilde ermita. Este es el antecedente más lejano de lo que es hoy día la Catedral de la Habana.

En 1767, Carlos III expulsó de España y todas sus posiciones a los funcionarios de la orden jesuitas. Tras este acontecimiento, la Parroquial Mayor, cambia su deteriorada sede hacia este lugar, que fuera terminado a expensas de Don José Felipe Trespalacios. Él fue el primer obispo de la Diócesis de la Habana, al crearse esta en 1788, y quien la convirtiera en Catedral, dedicada a la Santísima Inmaculada de la Concepción.

Una época decisiva en la historia de esta catedral fue cuando tuvo como prelado a Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa. En 1820 sustituyó los originales altares barrocos, incluido el mayor, que a gusto de este fuera rediseñado por el español Antonio Solá. Los nuevos tendrían estilo neoclásico y son los que se pueden apreciar hoy. Son, también, marco propicio para admirar 8 pinturas a gran tamaño de Juan Bautista Vermay copiadas de originales de Rubens y Murillo. El altar mayor es una verdadera filigrana de mármoles y orfebrería. También hay que mencionar el retablo de caoba con 22 mártires y apóstoles católicos y los frescos de Giuseppe Perovani.

En la década de los 40 del pasado siglo se cambiaron los techos originales por los de piedra en forma de bóveda que mantiene en la actualidad. Esta transformación mejoró la iluminación del templo, así como su ventilación, a la vez que acrecentó la atmósfera de grandeza, propia de este tipo de edificación.

De su construcción es admirable la movilidad de la piedra, tanto en el interior como en su fachada. Esta, ondulante, cierra con un entablamento de suave línea todo el recorrido sobre las arcadas, asimilando los volúmenes de las pilastras que tienen adosadas, con una exacta y cuidada proporción.

En esta institución eclesiástica estuvo el Papa Juan Pablo II, durante su visita a Cuba, el 24 de enero de 1998.

La fachada, obra con la autoría de Pedro Medina, es una obra maestra del barroco cubano y está considerada una de las más notables de la América Latina

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