La leyenda del indiecito Baconao es una de las más hermosas de la Isla. Cuentan que siglos antes de la fundación de la villa de Santiago de Cuba llevada a cabo en tiempos de la colonia, en una zona al este de ese territorio oriental cubano, existía un asentamiento de un grupo de indígenas de la cultura Taína que contaba con tierras muy fértiles.
Cerca de ese asentamiento, crecía un árbol que los aborígenes nombraban Baconá. Esta planta posee una madera compacta, de apariencia amarilla, una gran altura y un tronco macizo. El Baconá crece a poca distancia de la costa. Los habitantes primeros de la mayor de las Antillas le atribuyeron poderes mágicos.
La tradición oral narra acerca de un pequeño indiecito de dicho asentamiento que salió a dar un paseo durante el cual encuentra una gran masa de agua azul, nombrada después como la Laguna de Baconao. Es precisamente en esas orillas donde el niño descubrió un caracol grande que, al soplarlo, emitía un agradable sonido. El indiecito acostumbraba a sentarse a la sombra del frondoso árbol, donde sacaba de su caracol la maravillosa música.
Los pobladores atribuyeron poderes mágicos a aquel árbol que había otorgado al indiecito el secreto de este caracol que era capaz de producir tan desconocido sonido. Los amigos nombraron entonces al niño "Baconao".
Pero la comunidad recibió una gran sorpresa cuando constató la desaparición del indiecito en una de sus habituales caminatas.
Toma cuerpo entonces la leyenda del árbol de Baconá, donde por siempre puede escucharse los sonidos armoniosos del caracol del pequeño niño de aquella aldea taína.
En la actualidad, Baconao es una reserva que se localiza en las provincias del este de la Isla, entre Santiago de Cuba y Guantánamo. Posee un gran parque de diversiones, un acuario visitado por grandes y chicos y una adecuada red hotelera.
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