La lucha diaria de los cubanos

Si se le pregunta a un cubano cómo está es probable que responda: en la luchita, 'resolviendo', o poniendo a mal tiempo buena cara porque la cosa desde hace muchos años 'no está fácil'.


Este artículo es de hace 9 años

Todos los días, en varias ocasiones, los cubanos tienen que lidiar con incompetencias, incomodidades, carencias, absurdos e irracionalidades. Aunque un poco magnificadas -todo hay que decirlo- tanto por lo que las sufren en sus carnes como por los que quieren aprovecharse de ello, lo cierto es que son muchas las batallas diarias que deben librar para solucionar hasta el más nimio de los problemas.

En primer lugar, están los problemas de vivienda. Es triste que Cuba se haya convertido en un país donde la casi única posibilidad de obtener una vivienda propia para las nuevas generaciones sea el fallecimiento de los familiares más ancianos. Alguna que otra emigración, subterfugios y 'marañas' mediante, puede igualmente proporcionar un techo propio también. Como consecuencia de las dificultades de obtención de una vivienda, imposibilidad en la mayoría de los casos, están los problemas de convivencias y conflictos que surgen al coexistir en espacios reducidos numerosos integrantes de un mismo núcleo familiar de generaciones diferentes.

La reciente apertura del mercado inmobiliario no ha supuesto una solución real para estos problemas. Los precios son prohibitivos para la mayoría de los cubanos que residen en la Isla. A menos que cuenten con la ayuda de algún familiar que pueda desembolsar miles de dólares de golpe o a menos que tengas un negocio particular muy lucrativo y exitoso, en el resto de los casos no alcanzaría una vida entera de trabajo para poder comprar una casa.

En segundo lugar, están los problemas de alimentación. No es para nadie un secreto lo complicado que resulta en Cuba tener una alimentación sana y de calidad. No nos referimos a casos de hambre o desnutrición, quizás deberíamos, pero no es esta la arena para este debate. Nos referimos a que las vías de abastecimiento estatales, 'establecidas y normadas' son insuficientes y deficientes. Abastecerse, en cambio, exclusiva o mayoritariamente de los comercios en divisa es algo que pocos cubanos pueden permitirse y aún así no les asegura ni sistematicidad en los productos ofertados -pues las cosas 'vuelan' o 'se desaparecen'- ni una calidad acorde con los altos precios que tienen.

Los problemas de transporte. No pensemos en el porcentaje tan bajo de cubanos que tienen vehículos propios, ni en los demenciales precios que deben pagar para mantenerlos en condiciones decentes para circular; pensemos en las ventajas tan grandes que supone el uso masivo del transporte público y en lo provechoso que sería que esta opción, la única real para muchos cubanos, fuera además eficiente y eficaz. Que en Cuba las personas se muevan en transporte público mayoritariamente sería un dato que fríamente hablaría de desarrollo, sostenibilidad y uso racional si no fuera porque los cubanos sabemos que ese gesto de todos los días es un auténtico calvario.

Aunque quedan, afortunadamente, atrás los años de decenas de personas colgadas de las puertas y las ventanas y son cada vez menos frecuentes los hechos violentos y agresivos para conseguir subirse a una guagua, aún trasladarse de un sitio a otro tiene un triste protagonismo en la vida de los cubanos: se pierde tiempo, se pierde eficiencia, sonrisas y buen carácter cuando hay que 'moverse'. Las recientes renovaciones del parque de autobuses han supuesto un alivio a la situación pero no una solución definitiva.

Los precios de venta de vehículos por parte de particulares se mueven en escala semejante a los de las viviendas y los del estado son irrisorios, inalcanzables y completamente divorciados de la realidad económica de Cuba y los cubanos.

Los problemas de comunicación y de acceso a fuentes alternativas de información. Este en sí mismo daría para muchos folios. Los ciudadanos, todos, necesitamos de varias fuentes de acceso a la información para estar en contacto con esas realidades con las que no participamos de primera mano. Hacer un ejercicio serio de las responsabilidades que como ciudadanos tenemos debe pasar inevitablemente por saber y por elegir. En Cuba no existen fuentes alternativas ni medios de comunicación visibles con posturas diversas; el acceso a las muchas posibilidades que brinda Internet es aun una odisea y utopía para muchos cubanos.

A esto hay que sumarle los problemas de comunicación internos -mejorados los últimos años con los teléfonos celulares con sus precios de lujo pero con cada vez más usuarios- y los que existen con los millones de cubanos que residen fuera. En suma intra-e intercomunicación dificultosa.

Las dificultades para la diversión y el ocio. Cuba es un país con una riqueza cultural indiscutible. En pocas cosas podría hallarse tanto consenso con respecto a la Isla como en esta: los cubanos son creativos y talentosos. Sobran los ejemplos en el cine, la televisión, la música, las artes plásticas y escénicas del talento y la creatividad de los cubanos. Los pocos recursos, las trabas burocráticas y, en ocasiones, hasta las limitaciones para la libre expresión, no han logrado silenciar ni acabar con el ingenio y valía de tantos cubanos que todos los días se reinventan y dan productos de calidad para la historia del arte y la creación en Cuba.

Paradójicamente, no todos los cubanos pueden disfrutar por igual de las joyas que tienen en casa. Una vez más los precios, el tiempo y todo la infraestructura necesaria para un ocio y una diversión de calidad, inciden negativamente en el disfrute de quienes serían receptores ideales. Si bien es cierto que comparados con otras latitudes, los precios del ocio y la diversión en Cuba siguen siendo bajos, si se los compara con los salarios medios y el costo de vida internos, entonces se entiende que muchos elijan zapatos ante teatro, comida frente a cine, alguna 'salida' afuera antes que conciertos.

La lista de los pequeños gestos de incomodidad o dificultad del día a día podría ser más extensa, todos a diario se encuentran al menos una vez con algo que no funciona como debería o con algún problema nuevo o demasiado conocido. El propio refranero y habla coloquial se hace eco de esa sensación de constante batallar por 'conseguir' o 'resolver' las cosas. Si se le pregunta a un cubano cómo está es probable que responda: en la luchita, resolviendo, o poniendo a mal tiempo buena cara porque la cosa desde hace muchos años 'no está fácil'.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.

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Marlén González

Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.