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La música: protagonista en la vida de los cubanos

Generalizaciones extremas al margen, los cubanos somos musicales, no sólo por el sentido del ritmo que tenemos -por aptitudes, hábitos o entorno- sino porque necesitamos de la música para vivir y para nuestros muchos estados de ánimo; es nuestro telón de fondo y nuestro asidero.


Este artículo es de hace 8 años

Todos necesitamos de una banda sonora para nuestras vidas: todos tenemos esas canciones 'nuestras' que nos recuerdan algo, nos trasladan hacia o nos acompañan cuando... Los cubanos, además de las personales, convivimos a diario con las bandas sonoras ajenas. Disfrutamos o padecemos la selección musical del conductor de la guagua, del dependiente de la cafetería, del vecino del apartamento del frente, del trabajador de cualquier oficina de las más diversas naturalezas y eso hace que al menos una vez al día pongamos – o nos pongan- música de fondo a nuestros pensamientos y quehaceres: reguetón made in casa -cubatón- o foráneo, salsa, canción romántica, trova, latinjazz. La música no sólo nos divierte y acompaña sino que nos hace más ligeros los pesos y problema del día a día. Hay quienes fuman un pitillo, quienes beben ron y quienes 'beben' música.

Cuando salimos de Cuba, juntos con las nostalgias o añoranzas por lo que dejamos atrás, nos sumimos en una especie de silencio que hace que a veces nos sintamos huérfanos de sonidos. Muchas veces, por ello, terminamos escuchando géneros que antes aborrecíamos por el simple placer de sentirnos un poco en casa. No solo no escucharemos tanta música en los espacios abiertos como en la isla, sino que bajaremos en la escala de decibelios en los íntimos y se nos acotarán las horas para los desahogos sonoros: ya no podremos escuchar música tan alta ni mucho menos a todas horas -todo sea dicho, en lo personal eso es más una ganancia que una pérdida.

Aunque sepamos las canciones de moda del lugar a donde vayamos, aunque mantengamos y enriquezcamos algunos de nuestros más profundos gustos musicales, aprovecharemos las ocasiones de encuentros con coterráneos para mover el esqueleto con cualquier orquesta cubana de moda o de 'nuestra época', algunos desarrollaremos un desconocido gusto por el reguetón y otros perseguiremos conciertos de la trova o los cantantes de la generación de Habana Abierta, aunque quizás ni supiéramos quiénes eran cuando estábamos en la Isla.

Nos emocionaremos con cualquier cosa que huela a trópico, haremos de nuestra música uno de nuestros mejores sellos identitarios y disfrutaremos, casi como de un familiar se tratase, los éxitos internacionales de las nuevas voces, la calidad de los recientes videoclips o encontrarnos algún que otro tema cubano en las listas de éxitos internacionales.

Más que el cine, que el teatro, que la propia televisión, escuchar música es el más común de los placeres de que disfrutamos cubanos. Generalizaciones extremas al margen, los cubanos somos musicales, no sólo por el sentido del ritmo que tenemos -por aptitudes, hábitos o entorno- sino porque necesitamos de la música para vivir y para nuestros muchos estados de ánimo; es nuestro telón de fondo y nuestro asidero.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.