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Las calles de La Habana

A los habaneros les gusta caminar por sus calles. Les gustan las calles de esta ciudad que conserva sus más añejas vías de adoquines, por donde pasan centenares de transeúntes cada día por la parte más antigua de la capital cubana.


Este artículo es de hace 14 años
En la capital cubana encontramos todo tipo de calles: modernas o antiguas, estrechas o anchas, angostas, elegantes o despintadas, oscuras o brillantes de tanto neón.

Para el habanero lo realmente importante es poder pasear por ellas libremente, detenerse en una esquina, sin temor, en esta época de violencia citadina en otras naciones. El motivo puede ser cualquiera: una cita amorosa, una conversación de amigas, fumarse un cigarrillo, arrimar unas sillas en las aceras y jugar al dominó en una mesa improvisada, o deslizarse en patines o bicicletas.

Las calles de La Habana son calles de paz. La Habana es una ciudad donde las calles juegan un rol muchísimo más importante del que parece ser su principal destino, que es el de servir de sostén al movimiento de los distintos tipos de transporte que por ellas circulan.

Existen en la capital hermosas y arboladas vías, sede de algunos de los hoteles más lujosos de la capital, como la Quinta Avenida, de Miramar, o la calle 23, asiento del Habana Libre. Tantos árboles hay que los conductores de los vehículos se disgustan porque las ramas no les permiten observar las luces de los semáforos.

También, las calzadas más modestas en su concepción, pero que guardan tesoros arquitectónicos difíciles de encontrar en otra capital caribeña, como la de la Reina, llamada con razón la Reina de las Calles, donde se inserta el tejido abigarrado del neoclásico y se erige la única vivienda que muestra, desde el portal, íntegramente, el estilo inconfundible del art-neauvox.

Están también las comerciales Calzada de Infanta, la del Cerro, la de Jesús del Monte, la de Carlos III. Calzadas que se caracterizan por el incesante movimiento peatonal, en las que circulan miles de personas por sus aceras.

Las de las barriadas, repletas de viviendas, como la parte antigua de la ciudad, con sus calles-museos, adoquinadas, las de El Vedado, con sus calles numeradas o bautizadas con las letras del alfabeto. Por ejemplo, es común una dirección combinada, como 23 y N, o 19 y L.

Los cambios de letras para números trascienden a una de las más populares avenidas de El Vedado, la calle Paseo. De Paseo hacia el Malecón, las calles son nombradas con Letras, hacia Miramar, con números. Algunas calles de ese barrio, uno de los más elegantes de la ciudad, responden a grandilocuentes designaciones, como la Avenida de los Presidentes, donde se muestran los bustos de todos los presidentes de la nación cubana.

Y están también las angostas vías del llamado centro de la capital, con sus bodegones antiguos y sus restaurantes de emigrantes españoles, los comercios más famosos de los años 50, como El Encanto, el Ten Cent de Galiano, Flogar y La Época.

Pero el encanto mayor de estas calles, que llevan nombres de famosos, como Infanta, (en homenaje a una de las infantas españolas), Obispo, Teniente Rey, La Obrapía, está en la gente que las recorre en su peregrinar diario. Personas que pasan el día y parte de la noche en un incesante caminar, con un sillón colocado en la acera, o unas sillas colocadas de cualquier manera, como si el tránsito de vehículos no existiera.

Hay quienes prefieren las esquinas para conversar, como si estuvieran esperando un vehículo para trasladarse, mientras ven pasar las horas inmersos en una discusión sobre béisbol, o sencillamente hablando de cualquier cosa, porque el conversador habanero es capaz de escribir una novela parado en una esquina.

Por eso, y porque forman parte del diario quehacer de nuestras vidas, los habaneros queremos tanto nuestras calles. No importa si son las más bonitas o las menos agraciadas. Si están pintadas o si el tiempo y el descuido las han hecho menos bella.

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