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Nuevo Vedado: el barrio prefabricado de la clase media cubana

“No te vas a encontrar una zona más cómoda para vivir en toda La Habana”, me dice Olguita para convencerme de que me quede con su alquiler. “Aquí todo te queda a la vuelta de la esquina”


Este artículo es de hace 8 años

“No te vas a encontrar una zona más cómoda para vivir en toda La Habana”, me dice Olguita para convencerme de que me quede con su alquiler. “Aquí todo te queda a la vuelta de la esquina”

Olguita tiene 54 años y su única fuente de ingresos –sin contar las remesas de su hermana que vive en Miami- es su apartamento de tres cuartos en Nuevo Vedado. Según ella, ha tenido que elevar la tarifa de la renta porque la barriada, diseñada para la ya decadente clase obrera, se ha vuelto cada vez más cotizada por la emergente clase media alta.

A primeras luces, Nuevo Vedado parece un tanto lúgubre. Custodiados por los Ministerios de la Agricultura y del Transporte, así como diversas entidades militares, grandes edificios de color gris oscuro se alzan en un reducido espacio, bordeado por algunas de las más importantes arterias de La Habana.

Todo muy urbano y, a la vez, todo muy rural. A lo largo de la concurrida calle Tulipán, desde la avenida Boyeros hasta la popular Avenida 26, confluyen más de una decena de gigantes de hormigón prefabricado con pequeños agromercados, invernaderos, organopónicos, pedazos donde se trabaja la tierra y son vendidos sus frutos a la población.

La barriada parece entonces una suerte de pueblo modelo. Cada pocos metros se encuentran varios supermercados, tiendas en divisa (TRD) y hasta tiendas de productos orgánicos, un policlínico, un dentista, un hotel, bancos, cajeros, casas de cambio, gimnasios, un veterinario y numerosas cafeterías particulares.

Aunque existe una buena parte de sus pobladores que habitan en casas con estilo modernista de grandes dimensiones, pensadas para la población burguesa original -aquella que se cansó del Vedado tradicional- lo que distingue a Nuevo Vedado son los edificios prefabricados de 12, 14 y 20 plantas.

Estos inmuebles con diseño antisísmico, que pueden albergar a más de 500 personas, fueron construidos entre la década de los setenta y principios de los ochenta, cuando urgía satisfacer una alta demanda de viviendas familiares.

El apartamento que hoy renta Olguita, situado en el séptimo piso de un doce plantas, le fue otorgado a su marido por el Ministerio del Trabajo, en un momento del proceso socialista cubano donde ser un obrero vanguardia todavía era una moneda intangible.

Cada edificio, de arquitectura socialista europea, tenía su “patrocinador”: el Ministerio de Transporte, el de las Fuerzas Armadas y el del Interior, el Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social o el de la Industria Básica, entre otros.

En un momento, cada bloque multifamiliar era habitado por obreros pertenecientes, en su mayoría, al mismo centro laboral. Sin embargo, desde las reformas del Estado que flexibilizaron las iniciativas privadas, cada día son más los que apuestan por alquilar estos apartamentos a individuos o cooperativas.

“Este apartamento lo alquilé durante casi un año a unos jóvenes que tenían una empresa de diseño, y antes de eso, a dos recién casados”, dice María, una jubilada que al igual que Olguita prefiere vivir en la casa de su madre en Playa y rentar en Nuevo Vedado.

“Cuando me mudé para acá -relata- conocía a toda la gente del edificio porque casi todos trabajaban conmigo. Ahora, sólo quedan unos pocos de los dueños originales y sus familias, hay mucha gente joven que compra o alquila, y eso que una renta mensual puede llegar a 200 CUC”

El interés en mudarse al barrio ha despuntado estos últimos cinco años, asegura María. “Es que Nuevo Vedado es como una burbuja, no te hace falta salir de él para sentirte cómodo, aquí lo tienes todo”.

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