“El enemigo siempre será el enemigo” rezongaba ante cámaras nacionales una federada de la FMC a la salida del Teatro Alicia Alonso de La Habana, donde el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, acababa de ofrecer un contundente discurso que marcaría de por vida a la nación cubana.
Miles de familias, testigos inmediatos de la noticia desde sus prehistóricos televisores, manifestaban un sentir muy distinto a las opiniones “espontáneas” y entrevistas “aleatorias” que transmitía la televisión, incluso mucho antes de que el presidente pisara nuestra tierra.
Ver a Obama, Jefe de Estado de una de las potencias más avanzadas del mundo –que resultaba hasta ayer nuestra férvida enemiga por generaciones- charlando de “qué bolá” y “no es fácil” con Pánfilo, el viejito protestón con el que nos reímos cada semana….ha devenido, cuando menos, en un suceso hilarante y sobrecogedor.
Ese fue su gran y primer acierto, “entrarle” al cubano por el humor, buscarse el respeto de un pueblo de naturaleza “jodedora” a través de las risas y el optimismo, motores impulsores de nuestra sociedad (y que alguien diga lo contrario).
Desde que bajó por la escalerilla del Air Force One, junto a su esposa, suegra e hijas, Obama se ganó la atención de los habitantes del gran caimán, para los cuales no existe nada más importante que la familia, una condición que nos define y que, sabía, iba a funcionar. Un punto merecido para él, la Casa Blanca y sus asesores.
Lo primero que hizo, luego de caminar las calles coloniales y encharcadas de La Habana Vieja, fue probar el sazón auténtico de Cuba en una de sus más conocidas paladares. Otro rasgo que une a los cubanos, el apego a la comida criolla y a los sabores caribeños, que, de seguro, distan mucho del menú regular del presidente de los Estados Unidos.
Ese fue un mensaje alto y claro de apoyo al sector no estatal de la isla, a los emprendedores y cuentapropistas que, en búsqueda del beneficio económico personal, logran transformar para bien y paulatinamente desde la comunidad que los circunda hasta la sociedad en general.
Se tomó el trabajo de aprender a balbucear expresiones “en cubano”, de leer a y sobre José Martí, nuestro Apóstol; tragó en seco y dejó pasar las palabras retadoras y la actitud vergonzosa de su homólogo cubano en declaraciones conjuntas a la prensa internacional. Obama mostró, sin apocamiento alguno, que él, al igual que nosotros los “de a pie”, fue, es y será un ser humano común.
¡Y cuánta falta hacía un líder humano en Cuba! La visita de Obama fue un soplo de aire fresco entre tanta propaganda burda y repetitiva, entre tanto dirigente inmaculado, tanto lenguaje obsoleto y tanto falso komsomol.
Por un día, los cubanos tuvimos el alivio de escuchar un discurso carente de “patrañas imperialistas”, “logros de nuestra Revolución”, “gracias al líder histórico y comandante eterno Fidel Castro Ruz”, “hasta la victoria siempre” u otro cúmulo de enunciados reciclados para cada ocasión.
En cambio: “el cubano inventa del aire” o “cultivo una rosa blanca”, ambas frases en español seguidas de ensordecedores aplausos que dispararon, de súbito, el ego nacional, en un espectáculo de admirables malabares con el raciocinio y las emociones del espectador.
Era inevitable, cada reflexión de Obama en torno a derechos humanos, represión, libertad, democracia, venía acompañado de un “¡Ño!” rotundo de boca de los que lo escuchábamos en nuestros hogares.
Para rematar, y pese a la presión mediática que recibía por el recién efectuado atentado terrorista en Bruselas, el mandatario respetó su agenda oficial y compartió con su familia y el pueblo cubano los primeros innings de un tope amistoso entre la selección nacional y el Tampa Bay Rays de las Grandes Ligas.
No valió luego la metralleta mediática que todavía continúa desmenuzando y subvirtiendo cada paso, gesto o palabra de Obama. Ahora, que el enemigo se difumina entre sucesos memorables, esperanza y desarrollo, será más difícil para la prensa cubana mantenerse a la defensiva, atarse al discurso “revolucionario” y manipular al pueblo. Hoy, Cuba es un poquito más libre.
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