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Se quedó sin plumas y cacareando

Los españoles que fundaron el Morón cubano trajeron el verso y allí lo sembraron, por lo que hoy algunos le atribuyen, incluso, doble nacionalidad al gallo de Morón. Al cual se le erigió aquí un monumento en la mitad de la década de los 50 del pasado siglo, que fuera inaugurado personalmente por el propio presidente de la república en aquel entonces, el dictador Fulgencio Batista, quien fuera declarado hijo adoptivo de la ciudad.


Este artículo es de hace 16 años

La ciudad de Morón, en la costa norte de la central provincia de Ciego de Ávila, es representada por la escultura de un enorme gallo. Pero otros muchos valores guarda este lugar de Cuba. La arquitectura es mezcla de ayer y de hoy; la elegancia de sus coches tirados por caballos, sus joyas naturales, y por supuesto, su historia y su gente.

Este asentamiento echó sus raíces hacia 1543, cuando en un cabildo celebrado en la entonces villa de Sancti Spíritus, el Hato de Morón fue mercedado a Don Luís de Almeida, y se levantó un villorrio sobre un montecito de tierra que recibió el muy adecuado nombre de Morón.

De esta ciudad central parte en la actualidad el pedraplén que lleva a los cayos Coco y Guillermo, en el archipiélago Jardines del Rey; uno de los más importantes polos turísticos del país. También desde Morón se llega a la isla de Turiguanó, conocida por su ganadería. Pero, además, en el territorio del municipio moronense se encuentra la Laguna de la Leche, la reserva natural de agua más grande de Cuba; así como la laguna de La Redonda, donde se ubica un centro internacional de pesca de la trucha.

En cuanto al gallo, símbolo de la ciudad, sus orígenes vienen de tierra sevillana, de Morón de la Frontera. Se cuenta que a finales del siglo XVI era aquel un pueblo de rivalidades políticas por el nombramiento de las autoridades municipales. Un día llegó un funcionario con el propósito de calmar los ánimos y proclamó a viva voz desafiante: “Aquí no hay más gallo que yo”. Algunos vecinos tras escucharlo se miraron y sonrieron de labios para dentro. Muy poco después, un grupo de desconocidos, cobijados por la oscuridad de la noche, sorprendió al atrevido intruso y le propinó una paliza inolvidable. El equivocado tipejo quedó humillado e inmortalizado en un verso que decía así:

“Anda que te vas quedando como el gallo de Morón:
sin plumas y cacareando
en la mejor ocasión”.


Los españoles que fundaron el Morón cubano trajeron el verso y allí lo sembraron, por lo que hoy algunos le atribuyen, incluso, doble nacionalidad al gallo de Morón. Al cual se le erigió aquí un monumento en la mitad de la década de los 50 del pasado siglo, que fuera inaugurado personalmente por el propio presidente de la república en aquel entonces, el dictador Fulgencio Batista, quien fuera declarado hijo adoptivo de la ciudad. Debido a esto, tras el triunfo de la revolución del 59, el gallo fue víctima de la ignorancia de algunos pobladores que lo arrancaron y tiraron a la calle, aunque otros habitantes de mayor sensibilidad lo restituyeron a su trono. No obstante, días después, un grupo de vecinos de otra localidad cercana volvieron a derribar al gallo de bronce y lo ultimaron esta vez.

Por suerte, para los moronenses el gallo había quedado demasiado dentro, tal es así que el mayor de sus símbolos volvió a cantar el 2 de mayo de 1982, obra de los escultores Rita Longa y Armando Alonso. Allí está aún sobre su tronco, acompañado por una torre-reloj y de los equipos de amplificación que reproducen el canto del ave. Una tarja develada al pie del gallo dice que este “expresa el espíritu de lucha de nuestro pueblo en la defensa de su soberanía”.

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