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Descontento de la comunidad LGTBI+ en Santa Clara ante la “homofobia institucional”

Tanto en El Mejunje, como en el parque Vidal no faltaron palabras de condena a los actos represivos de la semana anterior en la capital cubana

Villa Clara Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

Muy a pesar de la absurda prohibición de que la comunidad LGBTI desfilara el pasado 17 de mayo, y sin importar la desmedida represión que sufrieron aquellos que marcharon pacíficamente por el prado habanero el día 11 del propio mes, en Santa Clara, al centro del país, hubo expresiones públicas de descontento y “desacato” durante este fin de semana.

Para muchos no podía ser de otra manera, toda vez que se trata de una de las ciudades más adelantadas del país en cuanto a la tolerancia y aceptación de las diferencias y los derechos sexuales.

Cierto que los férreos mecanismos de la policía ideológica fueron efectivos, y cierto también que en este mayo el parque Vidal no se paralizó con la conga arcoíris que durante varios años ha generado alegría, compasión o disgusto entre los habitantes de la urbe; pero aun así los santaclareños no fueron ajenos a los reclamos de una comunidad marginada cultural y políticamente durante varias décadas.

Una comunidad que en los últimos meses ha sufrido grandes decepciones en la consecución de sus justos reclamos y que por el contrario ahora ve revocados derechos tan básicos como el de expresar públicamente el orgullo de ser diferente, al menos un día del año.

Jorge no participó en el primer desfile gay que se organizó en Santa Clara. Según explica, a pesar de asumirse homosexual se moría de vergüenza en aquel entonces. Al año siguiente una compañera de trabajo —que era heterosexual— lo haló de la mano y lo sumergió en aquella fanfarria que, con su atrevido paso, y de mayo en mayo, sumaba más defensores dentro de la ciudad.

“Es importante que nos vean, que cada vez más gente nos pierda el miedo. Es importante que una vez terminada la conga cada transeúnte que se detuvo a nuestro paso para observarnos de manera aprobatoria o cuestionadora, continúe luego su camino diciéndose a sí mismo: no pasó nada, el mundo no se acabó porque ellos se vistieran así y rumbearan a plena luz del día”, reflexiona este villaclareño de 43 años.

“Pero si ahora es el propio gobierno quien lo prohíbe, la situación no puede ser más desalentadora, estamos regresando cuatro décadas atrás. En este año se ha fortalecido en Cuba la homofobia institucional”, argumenta Jorge, quien recuerda muy bien cómo en los años 90 las patrullas “recogían” a homosexuales y travestis en el propio parque Vidal de Santa Clara. “Eran arrestos y detenciones basadas en el odio, ojalá no se repitan. Aunque las imágenes del pasado domingo en La Habana me preocupan demasiado”, explica.

Que Santa Clara hoy sea considerada una de las ciudades más bohemias y tolerantes de la isla es algo que en buena medida se les debe a personas como Ramón Silverio, director del centro cultural El Mejunje, un ágora fundada a golpe de lágrimas, sudor y desvelos, y en franco desafío al estalinismo imperante.

El Mejunje de Siverio en Villa Clara / CiberCuba

Ese mismo hombre, Silverio, el pasado 17 de mayo anudó una bandera a su cuello y se fue a la plaza de siempre, nadie pudo evitar que se paseara por el céntrico parque Vidal.

Si bien algunas figuras conocidas dentro del movimiento LGBTI santaclareño, como es el caso de Roxana Rojo, lamentaron que Silverio no fuera seguido en su desafiante acto de valentía, en horas de la noche del propio viernes y también del sábado 18 no faltaron manifestaciones públicas de descontento por parte de activistas y miembros de la comunidad LGBTI.

En Santa Clara dicen no a la homofobia / CiberCuba

Tanto en El Mejunje, como en el parque Vidal no faltaron palabras de condena a los actos represivos de la semana anterior en la capital cubana. Algunos como Ana María González, dijeron sentirse defraudados con la actitud asumida por el CENESEX y su directora Mariela Castro en los últimos tiempos.

“Siento que nos han utilizado a su conveniencia. Nos emplearon como una postal colorida para reivindicar ante el mundo al propio gobierno que un día nos castigó en las UMAP. Nuestros derechos humanos fueron diseccionados públicamente en vergonzosos debates, para luego ceder a las presiones de grupos religiosos y de la élite partidista, y negarnos el matrimonio igualitario. Y ahora nos prohíben lo más mínimo que es marchar”, resume la entrevistada.

Según declaran algunos presentes, al filo de la medianoche del sábado 18 una patrulla de la PNR disgregó a un grupo de manifestantes que se paseaban por el parque Vidal tomados de las manos y formando una especie de cadena humana, en abierto desacato a las prohibiciones dictadas por el gobierno.

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