El infielder Miguel Antonio González, el octavo de los 12 peloteros cubanos que abandonaron la selección nacional en la ciudad de Obregón, México, donde se celebraba el Mundial Sub-23 de beisbol, llegó a Estados Unidos en la mañana de este martes.
En ese país, el joven de 21 años buscará continuar su carrera, informó el periodista deportivo Francys Romero, quien ha estado actualizando la situación de los jugadores que dejaron el equipo. González bateó .385 (13-5) en México y los scouts lo consideran talentoso.
No era su primera competición internacional, pues había integrado también el equipo Cuba que en 2017 participó en el Mundial Sub-18 en Canadá. El oriundo de Granma declaró al boletín de Romero que tenía intenciones de “seguir jugando”.
González estaba bateando de 13-5, .385 en el torneo de México. Luego del partido frente a Panamá, el primero de octubre, aprovechó que el equipo estaba almorzando y salió por el lobby del hotel Hermosillo Inn. Un auto lo recogió. Luego, permaneció cinco días en la frontera de México con Estados Unidos.
De momento, es el cuarto pelotero en llegar a EE.UU., de la docena que abandonó el conjunto, la mitad de los 24 integrantes convocados. Se piensa que sus aspiraciones son jugar en el beisbol profesional. Para algunos scouts de MLB, González es un prospecto interesante que posee un buen bate de contacto y swing, además de jugar varias posiciones dentro del infield.
Hace solo unas horas, Yeiniel Alberto Zayas cruzó la frontera entre México y Estados Unidos, como parte de la fuga de peloteros cubanos de proporciones históricas acontecida en Obregón. El lanzador zurdo de 23 años fue el tercero en atravesar la línea fronteriza para solicitar asilo.
Zayas ganó la Triple Corona de pitcheo en el Campeonato Nacional Sub-23 y en esa temporada retiró a 64 bateadores por la vía de los strikes.
Además de los mencionados, han llegado a Estados Unidos el lanzador Ubert Mejías y el receptor Loidel Rodríguez. Este último saltó desde el segundo piso del hotel donde estaba alojado, valiéndose de una palma de los jardines de la instalación, para burlar así la vigilancia sobre los miembros del equipo.
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