Recuerdo la celebración del 70 aniversario de la Revolución de Octubre. Yo tenía 17 años y estudiaba en esa gran escuela que lleva el nombre de Lenin, la cual había sido inaugurada en la década anterior por el presidente soviético Leonid Brezniev. En aquel entonces todo parecía mucho más fácil. Apenas tres años después comenzaría la prueba de fuego para aquellos valores con que nos habíamos formado más de una generación de cubanos. Aunque nunca viajé a la Unión Soviética, ahora está claro que los 70 aquellos no eran para nada como estos 50 que a partir de mañana comenzará a transitar la Revolución cubana. Y los números no son lo importante. En definitiva los años solamente sirven como una división convencional de un tiempo único, indivisible, continuo. Los jóvenes de hoy, por ejemplo, no conocieron o apenas pueden recordar cómo era Cuba antes del Periodo Especial. Crecieron en ese pedacito de “jungla” que de alguna manera nos ha tocado vivir durante más de tres lustros, a pesar de los esfuerzos del Estado socialista por protegernos de aquel descomunal impacto. “En el fondo –escribió el Comandante en Jefe Fidel Castro en su mensaje a la Asamblea Nacional- cada ciudadano libra su propia batalla contra la tendencia innata del ser humano a seguir el instinto de supervivencia, una ley natural que rige la vida”. Y continuó con uno de los más conmovedores, a mi juicio, pasajes de su misiva: “Todos nacemos signados por ese instinto que la ciencia define como algo elemental. Chocar con él es bueno porque nos lleva a la dialéctica y a la lucha constante y desinteresada; nos hace más martianos y verdaderamente comunistas”. Y ese combate es el que otorga un valor inestimable a este medio siglo de empeño revolucionario. Porque el valor del largo camino recorrido no es simbólico ni conmemorativo, sino ser el ancla; la obra, imperfecta sí, pero sólida, autóctona y diferente, que nos permitirá arrancar hacia otra media centuria de mayores victorias. Las circunstancias, sin dudas, son muy complejas, pero también en el mismo reto están contenidas las nuevas oportunidades. Como explicó el General de Ejército Raúl Castro al clausurar la sesión ordinaria del Parlamento, debemos continuar “la búsqueda, con la participación consciente y activa de la inmensa mayoría de los cubanos, de las mejores soluciones al alcance de las posibilidades económicas del país”. Creo que ese fue el principal resultado del 2007, más allá incluso del 7,5% de crecimiento del PIB o de la gradual recuperación de otros indicadores productivos y de los servicios: el replanteo una vez más y con mayor fuerza del modelo socialista como obra de construcción colectiva, con el concurso de todas las generaciones de cubanos, bajo la conducción del Partido. Como imagino le suceda al deportista cuando avizora ya la meta, algunos nos ponemos ansiosos ahora que comienza la solución paulatina de determinados problemas, mientras otros subsisten o incluso pudiera parecer que arrecian, en contraste con los ya resueltos. Por tal motivo es bueno reiterar algunas de las claves que propuso Raúl para nuestro desempeño durante el próximo año: la sistematicidad; la organización, la planificación y control efectivos; trabajar por prioridades y usar racionalmente los recursos; incrementar la productividad del trabajo y la eficiencia. “Una contrarrevolución victoriosa sería horrible”, advirtió Fidel al mundo. Tampoco podemos pasar por alto los grandes peligros que a su juicio amenazan a la especie humana, si no logramos superar un régimen socioeconómico que destruye el planeta. De manera que lo que está en juego en Cuba nos trasciende como individuos, como proceso histórico particular, como nación incluso: hablamos de la capacidad humana para concebir utopías, y juntar las fuerzas suficientes con que intentar hacerlas realidad. Nuestro proyecto revolucionario y socialista, además de ser la única garantía de nuestra independencia frente a las apetencias seculares del Imperialismo norteamericano, es una propuesta consciente para organizar una sociedad sin egoísmo, ostentación y derroche, al servicio del bienestar de todos, y no de todos al servicio del dinero. Cuba pudiera dar un modesto ejemplo de que tal sueño es posible, y por eso esta última noche del año 2007, cuando levante mi copa, lo haré como tantos y tantos compatriotas, para brindar por el futuro de nuestros hijos, de la Revolución y del Socialismo. Fuente: Por Francisco Rodríguez Cruz, EcoHispano.com
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en: